Agresión sexual

No nos acostumbremos

Que chicas universitarias les rían las gracias de sus bromas machistas a unos chicos también universitarios es tan denigrante como que ellos las hagan

La historia de los colegios mayores Elías Ahuja y Santa Mónica viene de lejos. «La tradición» de ese griterío por parte de los chicos, lleno de insultos (o mejor dicho, del insulto preferido por los hombres: puta), como la llaman ellos y ellas ha sido una constante durante años. «Luego las relaciones son buenas», aseveran unos y otras. Vale. No digo yo que este hecho se enmarque dentro de «la cultura de la violación», como asegura Irene Montero, que suele hacer tabla rasa con todo, pero es un juego machista y perverso.

Desde la antigua Grecia, los hombres han dividido el mundo femenino entre mujeres «decentes» y «putas». A las decentes, las encerraban en casa y apenas las veían y con las otras compartían sexo y tiempo, pero no se casaban con ellas ni las convertían en las «sagradas» madres de sus hijos. Por si fuera poco, en la Edad Media la propia Iglesia proponía a las mujeres que arremetieran contra las que hacían pecar a sus maridos y, por supuesto, seguía clasificándolas dependiendo se su «honra».

Que en 2022, en un colegio mayor, chicas universitarias les rían las gracias de sus bromas machistas a unos chicos también universitarios es tan denigrante como que ellos las hagan. Y no solo no debería consentirse, sino también penalizarse. Sobre todo, para evitar que «obligue» a las chicos y chicas a acostumbrarse a un comportamiento aberrante y un insulto abyecto, el de puta, que sigue queriendo partir el mundo entre mujeres buenas y malas y pretendiendo enfrentarlas. Pues, ¿saben qué? Hay muchas putas que son buenas. Y decentes, en el mejor de los sentidos de la palabra. Y muchos tíos que insultan que no lo son… Acabemos con estas repugnantes «tradiciones». No nos acostumbremos.