Opinión
La España sanchista que «hiela el corazón»
Hicieron muy bien Feijóo, Ayuso y Almeida no asistiendo a ese presunto «acto de Estado» de homenaje a las víctimas de la «Guerra Civil y de la dictadura franquista» inventado por el sanchismo con su Ley de Memoria, tan «democrática» que está redactada por Bildu y que va a investigar también los crímenes, pero no los ejecutados por los amigos de Otegi, sino los sucedidos durante la Transición y el primer año de gobierno socialista de Felipe González. En paralelo, se celebra ese homenaje que ofende a la memoria y la dignidad de las 856 víctimas mortales del terrorismo etarra, algunas de las cuales han recibido por correo sus diplomas de reconocimiento enviados por el Gobierno, mientras a otras Sánchez se las entregaba personalmente; se supone que a «los buenos».
La mejor descripción del sanchismo es que representa la antítesis de la voluntad de concordia, reconciliación y paz que expresaron muchos de los protagonistas de ambos bandos de aquellos años, de 1936 a 1975, y que a diferencia de él, conocieron de cerca la guerra y el franquismo. Y, por cierto, también el genocidio de la persecución religiosa llevada a cabo por la coalición siniestra de socialistas, comunistas y anarquistas bajo el impulso o condescendencia del Frente Popular de la II República, del que el sanchismo es su actual versión. Santiago Carrillo, la Pasionaria, Marcelino Camacho… han dejado discursos en las páginas del Diario de sesiones del Congreso durante los debates constituyentes que los sanchistas actuales deberían repasar.
Con su política, Sánchez representa una auténtica enmienda a la totalidad de aquel espíritu de la Transición, que él dinamita con su Ley de la Memoria, que debe derogarse tan pronto haya una alternativa gobernante en España, para acabar con el guerracivilismo instaurado por estos frentepopulistas. Incapaces de mirar al futuro, pretenden ganar la Guerra Civil ochenta años después, cuando para los españoles terminó hace décadas. El recuerdo que se debe mantener es el de una guerra fratricida que no debe repetirse jamás evitando las causas que la provocaron.
Memoria de la verdad histórica de lo sucedido para evitar su repetición, no memoria de una falsedad histórica que promueve el odio, la división y la venganza, abriendo tumbas y excavando trincheras, para volver a las dos Españas machadianas. Durante aquellos años de la «libertad sin ira», los años de la Transición, Joan Manuel Serrat popularizó aquellos versos: «Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas va a helarte el corazón». Sin duda, la sanchista es la que ahora lo hiela.
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