Congreso de los Diputados
Disciplina de partido
Aunque los diputados pertenezcan a un partido concreto, su obligación constitucional es representar al pueblo, porque no han de seguir el mandato imperativo de nadie más. Sin embargo, lo que se impone es la disciplina de partido
Los diputados socialistas se pusieron en pie al unísono. Querían dejar en evidencia su unidad al grito de «aquí estamos todos los socialistas juntos, sin fisuras». Era la respuesta al incauto intento del PP por provocar alguna deserción en el PSOE cuando se votara la puesta en marcha del trámite para eliminar el delito de sedición.
Alguien en Génova 13 pensó que la operación daría resultado, en cualquier caso. Dado que los presidentes autonómicos socialistas de Castilla-La Mancha y Aragón se habían mostrado partidarios de mantener el delito de sedición en el Código Penal, quizá algún diputado del PSOE de alguna de las provincias de esas comunidades podría optar por inmolarse y votar contra las órdenes de su partido. Pero, si tal cosa no se producía –como era probable–, los candidatos populares en esas regiones podrán utilizar la contradicción en sus respectivas campañas electorales autonómicas: ¿por qué García-Page y Lambán están en contra de eliminar el delito de sedición, mientras sus diputados en el Congreso votan que se elimine? La pregunta es pertinente, aunque en política ya nadie se sonroja cuando dice una cosa y hace su contraria. Pedro Sánchez es un virtuoso en esas artes y, lejos de estar en apuros, cada día acumula más poder.
El artículo 67.2 de la Constitución establece que «los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo». Y el artículo 66.1 nos recuerda que «las Cortes Generales representan al pueblo español». Siendo así, aunque los diputados pertenezcan a un partido concreto, su obligación constitucional es representar al pueblo, porque no han de seguir el mandato imperativo de nadie más. Sin embargo, lo que se impone es la disciplina de partido. A veces.
Porque la disciplina de voto es buena si de lo que se trata es de eliminar una herramienta de autoprotección del Estado de derecho, como es el delito de sedición. Pero la disciplina de voto es mala si es para facilitar la investidura de Rajoy –no es no–. Y a quien encabeza esa rebelión contra las órdenes del partido se le entrega después la secretaría general. Disciplina, según convenga.
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