Política

La lluvia fina de Aznar

«Sánchez ha puesto su fe en que lo más apropiado es transitar a la vez por todos los asuntos incómodos»

El zafarrancho legislativo organizado por Moncloa en este final de año, con notable desorden y agitación, se explica por cualquier observador medianamente enterado (incluidos los cronistas más partidarios de la causa) como una táctica de Pedro Sánchez para acumular controversias en un solo mes, el de diciembre, para dejarlas resueltas cuanto antes, en lugar de que se acumulen una detrás de otra a lo largo del tiempo, conforme nos acercamos a las elecciones municipales y autonómicas de mayo. Sabedor de que en los tiempos de Twitter los escándalos se solapan a la velocidad del rayo, Sánchez ha puesto su fe en que lo más apropiado es transitar a la vez por todos los asuntos incómodos que tenía que aprobar para satisfacer a sus coaligados y a sus socios independentistas.

Cuando José María Aznar llegó al poder en 1996, lo hizo en unas condiciones aritméticas extraordinariamente estrechas. Ganó las elecciones a Felipe González por apenas 300.000 votos, muy lejos de la mayoría absoluta que ansiaba el PP. Los populares solo consiguieron 156 escaños –en aquellos tiempos, esa cantidad era casi irrisoria; hoy, el partido que la alcance se considerará tocado por la mano de Dios–, muy lejos de los 176 con los que controlaría el poder sin depender de nadie. Y, por tanto, tuvo que entregarse a la tarea de convencer a Jordi Pujol, entonces omnipotente presidente de la Generalitat, para que le apoyase con los 16 diputados de Convergencia i Unió.

Aquel gobierno débil arrancó su andadura con malos presagios, pero Aznar dejó sentada la idea de gobernar paso a paso, para que los españoles se acostumbraran al cambio, y ese efecto calara como lo hace la «lluvia fina», lenta pero profundamente.

Si damos la vuelta al argumento de Aznar, ¿los votantes olvidarán los indultos, la eliminación del delito de sedición, la rebaja de las penas por malversación, los efectos de la ley del «solo sí es sí», las broncas por el control del poder judicial, los pactos con Esquerra y Bildu y la coalición con Podemos, o todo eso tendrá el efecto aznariano de «lluvia fina» en negativo y calará en el electorado?