Obituario

Benedicto XVI, un hombre santo

«No podemos ni debemos esperar que Dios haga nuestro trabajo, porque entonces su obra no tendría sentido»

La vida está llena de noticias malas que leemos en los diarios. Hay películas y series que producen una enorme tristeza. El otro día estaba viendo «La conferencia» (2022), dirigida por Matti Geschonneck, sobre uno de los sucesos más aterradores de la Historia de la Humanidad. Es la famosa reunión en Wannsee de los dirigentes nazis, encabezados por Reinhard Heydrich, director de la Oficina Central de Seguridad del III Reich. Había juristas brillantes, como el autor de las terribles leyes de Nuremberg, así como responsables de las SS y la Gestapo. Con una frialdad sobrecogedora decidieron la solución final para asesinar a 11 millones de judíos europeos. Es una película que se debería ver en todas las escuelas. Uno de los participantes era el siniestro teniente coronel Adolf Eichmann. Me viene a la memoria la obra «Eichmann en Jerusalén: un informe sobre la banalidad del mal» (1963), de Hannah Ardent. Un burócrata ordinario e insípido que diseñó una de las políticas criminales más aterradoras de la Historia. Esto nos conduce a la famosa frase de Benedicto XVI en su visita al campo de exterminio alemán de Auschwitz: «¿Dónde estaba Dios en aquellos días?».

Frente al mal emergen hombres buenos, en un número abrumador, como el Papa no reinante que nos acaba de abandonar. Ni podemos ni debemos esperar que Dios haga nuestro trabajo, porque entonces su obra no tendría sentido. La Humanidad tiene que llegar al bien transitando en un camino que está lleno de obstáculos, pero sobre todo de grandes y pequeñas obras. Las de Benedicto XVI han sido extraordinarias y propias de un hombre santo que dedicó su vida a servir. Es verdad que el mal nos rodea. No hay más que ver lo que sucede en Ucrania, aunque el Mundo está lleno de conflictos brutales e ideologías totalitarias y populistas. Algunas, incluso, apelan a Dios para justificar sus persecuciones y crímenes. No se puede justificar el mal y la tiranía sobre la base de las religiones del libro. El Dios de los cristianos, los judíos o los musulmanes es la bondad. Por ello, la frase del Papa fue una apelación a los hombres y a que sigamos el camino recto que nos hace humanos y no depredadores sin alma como los participantes en Wannsee.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).