Alejandra Clements

Los 723 maltratadores

Quienes trabajan con mujeres víctimas de maltrato insisten en lo fundamental de dirigir el foco social al agresor y no a la víctima

Durante años un velo de silencio cubrió la violencia de género. De lo que no se habla no existe, se trata de asuntos privados en los que es mejor no meterse o son cuestiones que no afectan a la sociedad eran algunos de los mantras que servían como excusa para ocultar una realidad que no entendía de culturas, generaciones o clases sociales. Un drama transversal. De forma paulatina se fue incorporando al debate público, fue saliendo de los espacios domésticos para asomarse a los comunes: primero, tímidamente, y, además, a través de figuras excepcionales. Pardo Bazán, por ejemplo, dejó huella en su literatura de los «mujericidios», incluso poniéndoles un nombre, y lo hizo hace más de un siglo, mucho antes de que el Derecho se encargara de abordarlos. Más tarde, los hechos se impusieron y se tomó conciencia de su dimensión atendiendo a características recurrentes que los identificaban: en diciembre de 2017 se alcanzó un Pacto de Estado que sumó voluntades y eludió distancias partidistas logrando esa cohesión tan exótica en nuestra idiosincrasia.

Ahora, con la balanza polarizadora oscilando entre la demonización de lo masculino y la negación de las cifras evidentes (tan absurdas ambas posturas), el terrible balance de final de 2022 obliga a repensar la estrategia contra los crímenes machistas. Y puede abordarse, para empezar, a través de tres cuestiones: eludiendo la politización y las apropiaciones ideológicas, profundizando en la educación en igualdad (sin excesos ni histerismos) y encarando los casos urgentes con la ayuda de expertos. Quienes trabajan con mujeres víctimas de maltrato insisten en lo fundamental de dirigir el foco social al agresor y no a la víctima. En lugar de referirnos a las 723 mujeres que sufren hoy un acoso de alto riesgo en España, deberíamos apuntar hacia sus 723 potenciales maltratadores. Quizá así, concentrando los esfuerzos del Estado de derecho en la dirección adecuada, se revertiría la estadística y evitaríamos un enero tan luctuoso como el diciembre que nos ha escandalizado.