España vaciada

Una mirada a la España Vaciada

Con la mecanización del campo y el teletrabajo, lo que falta ahora es hacer atractiva la vida en los pueblos

Ante la inminente campaña municipal, los políticos y los medios vuelven la mirada al mundo rural, que sigue sumido en el desamparo. En los grandes partidos se nota una cierta inquietud ante la puesta en marcha de la plataforma o federación de las fuerzas localistas de la «España Vaciada». Un experimento político discutible, recién hilvanado, nacido de la protesta popular ante el largo abandono de los pueblos por los poderes públicos y que, con la conversión en partidos, pierde atractivo social aunque pueda ganar en efectividad. El ejemplo del pionero Guitarte, el de «Teruel Existe», entregado mansamente de pies y manos al sanchismo durante toda la legislatura, no es muy estimulante. El otro grupo más antiguo y mejor organizado, «Soria, ¡Ya!», que alcanzó un notable éxito en las pasadas elecciones de Castilla y León, ha anunciado que no se presenta a los próximos comicios municipales porque carece de personal para cubrir las listas. Parecería que ese era su lugar adecuado y ya ven. Pretende llegar a las Cortes e influir en la política nacional.

Es una de las novedades de la próxima campaña electoral, que amenaza con modificar el mapa político. Consiga o no representación en el Congreso de los Diputados el conglomerado de la «España Vaciada», su mera presencia en las urnas puede alterar los resultados tradicionales en una docena de provincias. Ese es el problema. Los perjudicados, a primera vista, son el PSOE y el Partido Popular, aunque se estima que la plataforma, nacida de la protesta ciudadana, quitará más votos a la izquierda que a la derecha. Y puede que el más beneficiado sea Vox. En todo caso, no se considera un buen negocio. La explosión localista, después del engorro asfixiante de los nacionalismos, no parece el mejor remedio.

Todo está cambiando en el mundo rural. Como dice Víctor Lapuente, hace un cuarto de siglo «era un lugar fantástico para vivir, pero difícil para trabajar, y ahora es fantástico para trabajar, pero difícil para vivir». Deberían tenerlo en cuenta los políticos al emprender la campaña. Los dos grandes problemas, cada vez más agudizados, son la despoblación y el envejecimiento. Pueden aprender de Japón, donde pagarán 21.240 euros a las familias que se trasladen de Tokio al campo y 7.100 euros por cada hijo menor de edad. Hay otros incentivos, como rebajas fiscales y buenos servicios públicos. Con la mecanización del campo y el teletrabajo, lo que falta ahora es hacer atractiva la vida en los pueblos, con buenas comunicaciones, wifi, servicios de salud, escuela, cajeros bancarios, Guardia Civil, cafetería, desarrollo cultural, etcétera. Hay tarea por delante.