Pedro Sánchez

El doctor Sánchez y «mister» Sánchez

«Es el extraño caso del líder que critica y pide apoyo a inversores y empresarios, mientras pierde sintonía con sus asesores»

Robert Louis Stevenson (1850-1894), autor de «El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde», pone en boca de su personaje con dos identidades que «de las dos naturalezas que luchaban en el campo de batalla de mi conciencia, aun cuando podría decir que yo era cualquiera de las dos, ello se debía únicamente a que era radicalmente ambas». Pedro Sánchez, que gracias a su fluido inglés –al César lo que es del César–, que le abre muchas puertas, tiene buena acogida internacional, interpretó en Davos una versión suave, pero versión al fin y al cabo, del famoso personaje del escritor británico. El mismo presidente que hace no mucho dijo que «si Botín y Galán protestan es que vamos en la buena dirección» y que denunció los supuestos «poderes ocultos», pretendía que todos ellos fueran a aplaudirle en su intervención estrella del foro de Davos en donde, al mismo tiempo, se reunió con hasta 47 directivos de grandes compañías internacionales para pedirles que invirtieran en España, tras describir que es un país que está mejor que los demás gracias al supuesto milagro obrado por su Gobierno.

El inquilino de la Moncloa, a diferencia del personaje de Stevenson, ha logrado la proeza política de que sus dos identidades –doctor Sánchez y míster Sánchez– convivan en armonía, contradicciones al margen. El poder argamasa ambas y solo el riesgo de perderlo genera desequilibrios. El inefable Tezanos acaba de hornear otra encuesta que da ventaja al PSOE, aunque ¡ojo! concede más voto directo al PP de Feijóo que, sin embargo, todavía no ha ganado nada y debe sortear los charcos en los que Vox intenta enfangarle, hasta el punto de que los de Abascal parecen los mejores aliados del socialista. Viajeros llegados desde La Moncloa, como se decía antes, hablan de un Sánchez consciente de los problemas pero confiado en sus posibilidades, aunque lo ven aislado –¿el síndrome de La Moncloa?– entre los suyos e incluso cuentan que cada día tiene menos sintonía con sus asesores y que, en la práctica, ahora todo lo decide él mismo. El presidente, desde sus dos identidades, insiste en aplicar la receta de que «siempre dejo que el prójimo se destruya del modo que le parezca», elaborada para el doctor Jekyll o Mr. Hyde, da igual, por el novelista Stevenson.