Pedro Sánchez

San Pedro, el PIB verdadero y la manifestación

Hay ganas en una parte de la sociedad de demostrar su hartazgo con el inquilino de La Moncloa, pero en las democracias las grandes concentraciones de protesta quizá no sean la mejor fórmula

Julio Alcaide Inchausti (1921-2013) está considerado el padre de la estadística española moderna. Consciente de las limitaciones de la disciplina y creyente convencido, contaba que había intentado ser un buen cristiano y católico y añadía que tenía doce hijos. Por eso esperaba ir al cielo y uno de sus anhelos era encontrarse con San Pedro y preguntarle «¿Cuál es exactamente el PIB de España?» Utilizaba la anécdota para ilustrar que, llegados a un punto, es imposible determinar si una economía ha crecido o ha caído una décima o dos más o menos, sobre todo con los datos provisionales más recientes. El que fuera también presidente del Instituto Nacional de Estadística, que quizá ahora ya conozca el verdadero PIB de España, defendía no obstante –y demostraba– que esa imprecisión no invalidaba unos resultados que sí reflejan la realidad.

Esa décima arriba o abajo es a la que se aferra el Gobierno –Sánchez en Davos– para celebrar el teórico éxito económico español. Eso sí, enseguida llegó el Fondo Monetario Internacional (FMI) y rebajó una décima las previsiones del PIB para 2023 y retrasó hasta 2024 la recuperación de las cifras pre-pandemia en un informe que pone sordina a la euforia gubernamental española y de otros países: «La situación económica es menos mala de lo previsto, pero eso no significa que sea buena», dijo al pie de la Montaña Mágica Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, cuando Sánchez ya había regresado para hacerse la foto con Macron en Barcelona y preparaba la artillería contra la manifestación de hoy, ese cáliz que Feijóo ha dejado pasar pero que abrazan muchos de sus votantes.

Hay ganas en una parte de la sociedad de demostrar su hartazgo con el inquilino de La Moncloa, pero en las democracias las grandes concentraciones de protesta quizá no sean la mejor fórmula. Cualquier pretexto populista es peligroso. Si además han sido convocadas por asociaciones, respetables pero semidesconocidas, todavía generan más dudas, sobre todo si personajes amortizados como Rosa Díez, que montó un partido porque no pudo liderar el PSOE, intentan recuperar protagonismo y los radicales de Abascal hallan munición contra Feijóo. Anhelan el «sorpasso» utópico al PP, pero mientras tanto, con Sánchez en La Moncloa viven mejor.

Hay cosas que no se pueden ocultar, como el pinchazo de la protesta «indepe» en Barcelona, abucheo a Junqueras incluido. Tampoco si hay mucha gente, como se prevé hoy, contra Sánchez, pero las cifras de verdad, como las del PIB, quizá haya que esperar a preguntárselas a San Pedro, como Julio Alcaide.