Protestas

La izquierda despliega toda su artillería

Los tentáculos de esta forma de proceder se han extendido en esta legislatura a sociedades científicas o corporaciones profesionales antes colonizadas por la derecha

Aunque no están exentos de cierta amplitud de miras y de una notoria visión panorámica, el Partido Popular (PP) y la derecha en su conjunto siguen siendo aún muy bisoños en el complejo arte de coquetear en el menudeo con la sociedad civil. La izquierda ahí les ha dado siempre mil vueltas. Durante años y años, el PSOE primero y Podemos después han trazado redes, tejido alianzas y alcanzado sinergias con sindicatos, organizaciones dispares, asociaciones y colegios profesionales de todo tipo para extender a través de ellos su dominio o imponerlo, amplificar sus mensajes políticos y emplearlos de ariete si fuera necesario contra el adversario. En algunos casos, como en los de UGT y CC OO, ha llegado incluso a la fagocitación, como puede apreciarse en su silencio cómplice y genuflexo ante los errores económicos del Gobierno.

La izquierda, en definitiva, se ha especializado en España en el control de los llamados cuerpos intermedios que existen entre el individuo y el Estado, y que tan bien define el Derecho Político. Unos entes en apariencia autónomos, independientes y de generación espontánea que, convenientemente colonizados y teledirigidos, pueden llegar a suplantar al ciudadano y hacer creer a la sociedad que su voz es la de la mayoría de los individuos cuando, en realidad, representa solo a la de unos pocos: generalmente, a la de la izquierda. Los campos en los que PSOE y Podemos se han movido siempre certeramente en esta estrategia de conquistar pequeños territorios desde los que hostigar a la derecha son múltiples, pero destacan sobre todo los ámbitos vecinales, la Sanidad, la Educación y el Medio Ambiente.

Si observamos lo que ocurre en Madrid, no hay acción del alcalde José Luis Martínez-Almeida que no tope con las críticas furibundas de asociaciones vecinales supuestamente asépticas pero en realidad sabiamente manejadas como si fueran marionetas. Ahí están, haga lo que haga o diga lo que diga, como también lo hacen haga lo que haga o actúe como actúe la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, la pieza más cotizada a derrocar.

Este experimento social de aparentar el enfado de la sociedad desde agrupaciones en realidad casi nada representativas encuentra el summum en la Sanidad, en donde pseudoasociaciones que autoproclaman ser defensoras de lo público se desgañitan contra el PP mientras callan de forma inmisericorde en comunidades regidas por el PSOE que tienen el sistema sanitario destrozado, como es el caso de Aragón, Extremadura, o la Andalucía anterior a Juanma Moreno. Los tentáculos de esta forma de proceder se han extendido en esta legislatura a sociedades científicas o corporaciones profesionales antes colonizadas por la derecha.

Entenderán ahora el apocamiento de muchas de ellas –no todas– ante el despropósito de la gestión de la pandemia de covid que hizo el Gobierno en las primeras oleadas del virus. Alberto Núñez Feijóo no debe olvidarlo, pues ya lo sufrió en sus carnes en su etapa como presidente ejecutivo del Insalud, y también cuando se encontraba al frente de la Xunta de Galicia. En Educación, las organizaciones preferidas por la izquierda para zarandear a una derecha que parece acomplejada son las organizaciones de estudiantes y algunas de profesores, y abarcan todos los escalones, incluyendo, por supuesto, el universitario, un territorio en el que el PSOE lleva años trabajando con esmero. Si repasan los ataques de estos días por el reconocimiento de Díaz Ayuso como Alumni Ilustre en la Complutense sabrán a lo que me refiero.