Y volvieron cantando

364 días sin «8-M»

Un «8-M» de unidad no es solo el que vuelva a acercar a las mujeres de Podemos y PSOE, sino el que reúna sin exclusiones a TODAS las mujeres

Lo ocurrido el martes en el Congreso –división, que no ruptura– y lo sucedido ayer en la calle, además de confirmar que el feminismo por desgracia carece de agenda para los próximos 364 días hasta el siguiente «8-M», demuestra que Sánchez tal vez no calibró en su momento que darle a Podemos, o más concretamente, a Irene Montero un Ministerio de Igualdad, no tenía por que corresponderse con un negociado «maría» vacío de contenidos, más bien la experiencia ha demostrado que le entregaba una bomba para el enredo ideológico capaz de hacer retroceder años la causa feminista, siempre a propósito de esa perversa patrimonialización política, que desde el mismo ángulo acaba por desvirtuar el ideal convirtiéndolo en el mantra exclusivo de un solo club. Si levantaran la cabeza las Simone de Beauvoir, Pardo Bazán, Victoria Kent o Luisa de Medrano –a las que, dicho sea de paso, no parecen haber leído las que se llaman nietas de las brujas no quemadas– probablemente las contemplaríamos con un rictus de indisimulada decepción en el rostro, no solo porque décadas después de su desaparición perduran brechas intolerables entre géneros, sino sobre todo porque tamaño ideal parece haberse convertido en la «mascletá» anual de determinadas siglas a las que no está precisamente entregado el elenco general de mujeres y a la que siguen otros 364 días con «poco nuevo» en la oficina.

Algo tan sagrado como el feminismo y tan compartido por la generalidad de mujeres difícilmente puede acabar secuestrado por intereses de partido, sobre todo porque cuando se mide el pedigrí de la femineidad en función del «DNI» ideológico, quien lo acaba pagando es una reivindicación que sacrifica desde hace muchos años litros y litros de sangre, sudor y lágrimas. La causa especialmente en España vive demasiado pendiente de la procedencia, condición y adscripción política de una mujer objeto de ataques machistas, y tal vez por ello silbar y mirar para arriba cuando se insulta y veja a una mujer presidenta autonómica de derechas, se pierden gran parte de argumentos para defender a una ministra de izquierdas radical envuelta en lágrimas tras los ataques de una bancada parlamentaria a la que previamente ha tachado de fascista entre otras lindezas. Un «8-M» de unidad no es solo el que vuelva a acercar a las mujeres de Podemos y PSOE, sino el que reúna sin exclusiones a TODAS las mujeres en el «con» y no en el «contra».