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Apuntes

A Ábalos se le ha puesto cara de Roldán

El ex ministro, veterano militante, sabe cómo se las gastan cuando hay que buscar un chivo expiatorio

Dado que existe prueba gráfica de que, efectivamente, fue el toro «Islero» el que mató a Manolete, el diputado José Luis Ábalos no tiene mucho de qué preocuparse por ese lado, aunque, por si acaso, yo que él llevaría una foto del de Miura en la cartera. Vaya por delante que no consigo aclararme en qué punto estamos del escándalo sociata, pero ya me pasó lo mismo con el malogrado Roldán, del que la Prensa publicó que se llevaba hasta los fondos de los huérfanos de la Guardia Civil, acusación que resultó ser falsa, pero que acabó por hundir ante la opinión pública al ex director general de la Benemérita. Bueno, eso y las fotos de una orgía en calzoncillos y coca con unas señoras ya mayores y no muy agraciadas. El asunto es que a Ábalos se le está poniendo cara de Roldán, sin duda, porque como veterano militante socialista, además valenciano, sabe cómo se las gasta el partido cuando hay que buscar un chivo expiatorio, que, como dice Rodríguez Braun, es el mejor amigo del hombre.

De momento, sabemos que está en la cárcel el conseguidor Aldama, partícipe en el viejo timo del IVA con los hidrocarburos, una modalidad de estafa a la Hacienda pública que cuesta unos 2.000 millones de euros al año, pero a la que ningún gobierno pone freno con una reforma legal de cajón de madera de pino, como se ha hecho en Italia. Aldama era socio preferente de Koldo, la mano derecha de Ábalos, que, al parecer, le financiaba, a medias con una empresa del Estado, una relación íntima con una joven estudiante de odontología, de esas, siempre al parecer, que tienen «un negocio entre las piernas», que cantaba Fito&Fitipaldis, y que, desde luego, tiene mucha mejor pinta que las de Roldán, tal vez, porque es 35 años más joven que el ex ministro. Sabemos que la UCO ha recogido indicios claros de esa financiación carnal –el contrato de alquiler de un apartamento de lujo en la Torre de Madrid, en la que vivió la susodicha durante tres años– y sabemos que se acusa a la pareja Koldo-Aldama de haberse forrado con las mascarillas, en aquellos meses de miedo y muerte de la pandemia.

A partir de ahí, todo son especulaciones sobre la verdadera implicación del diputado Ábalos, sobre el que la máquina de propaganda de La Moncloa ha puesto los focos, no vaya a ser que le dé un arrebato de coherencia al PNV –de Sumar nadie espera nada– y se carguen la legislatura, que a ellos los presos de Eta siempre se le han dado una higa. A Sánchez, al que vimos en baja forma durante el desfile y la recepción Real del 12 de octubre –y sin su Begoña, que no debía tener nada que celebrar, como Irene Montero–, el comodín Ábalos le viene de perlas, porque, ya se sabe, los socialistas no son como los del PP, y el centenar y medio de sentencias firmes por corrupción que acumula el PSOE no son más que el fruto de la persecución de los jueces fachas, que ya podrían ser todos como el magistrado José Ricardo de Prada, tan progresistas y tal. Ahora bien, yo que el querido presidente del Gobierno me ataría los machos ante la advertencia de Ábalos de que «va a llevar a cabo una intensa labor de defensa», expresión que viniendo de un tipo que consiguió elevarte a la secretaría general del PSOE contra todo pronóstico, pondría los pelos de punta a cualquiera. A menos, claro, que se le aseguren unas docenas de vis a vis en el Dueso, en una habitación con vistas al Cantábrico.