Apuntes

Adriana, calienta que sales

Los de Junts, necesitados de puestos de trabajo, tragarán con algún comunicado rimbombante

Pedro Sánchez debe ser consciente de que ha llegado el momento de dejarse de florituras y tirar de los verdaderos «killers» del partido si es que quiere seguir al frente del Gobierno. Y no hay tantos. Por ello, me atrevo a anunciar a los españoles la grata noticia del retorno a la primera línea de batalla de Adriana Lastra, esa política total y la única dirigente socialista capaz de representar la escena del sofá con Puigdemont sin que se le mueva un músculo de la cara. Ignoro en qué situación administrativa se encuentra –aunque leo que tiene algún cargo orgánico en la regional de Asturias–, pero yo que ella iría calentando, porque hay que amarrar el resultado del partido y nada mejor en esos casos que tirar de un defensa central contundente, de los que aplican el dicho «o pasa el balón o pasa el jugador, pero no pasan los dos», con los que tantos momentos de emoción hemos disfrutado los madridistas jugando contra el Atlético.

Ciertamente, Adriana no es una fina polemista, pero su percepción de cómo se alcanza el poder y, sobre todo, cómo se mantiene, entronca directamente con Maquiavelo y con Tony Soprano. No hay más que verla en esa fotografía de familia con Mertxe Aizpurúa, Oskar Matute y Gorka Elejabarrieta, los tres portavoces parlamentarios de Bildu en diciembre de 2019, impertérrita tras haber negociado con los herederos de la banda la política penitenciaria y abrirse a discutir la plurinacionalidad de España y «el respeto al derecho a decidir libre y democráticamente su futuro que corresponde a los pueblos y naciones del Estado». A su lado, el pobre Rafael Simancas salía con cara de susto. Ahora, toca hacer lo mismo con el fugado de Waterloo, operación que debería ser pan comido para Adriana, con Simancas o sin él.

Como con los de Bildu, Adriana sabe que Puigdemont se cree que amenaza, pero, en realidad, suplica, porque, en el mejor de los casos, le espera otro largo, oscuro y triste invierno belga y, en el peor, un incómodo tránsito carcelario. Adriana, que ya les digo que es un «killer», le ofrecerá un arreglo para que salve la cara, como hizo con los bilduetarras, pero nada que sea fundamental de verdad. Y como los de Bildu, que tenían que aliviarse de la carga de tantos compañeros comiéndose décadas de mako, mientras ellos comenzaban a probar las mieles de la política y el placer de recorrer las calles sin cuidarse las espaldas, los de Junts, que andan caninos de puestos de trabajo, pues también tragarán con algún comunicado rimbombante, tipo «mesa bilateral de negociación», que se lo dices a Sánchez y todavía le da la risa. Porque la «mayoría social de progreso» no es más que eso, una sociedad de socorros mutuos, en la que, más bien que mal, van todos saliendo adelante con mucho tiento de no matar la vaca, no se vaya a acabar la leche y la jodamos. Y eso sí, con pomposos alardes ideológicos y grandiosas proclamas políticas, como si fueran gentes que acabaran de descubrir la pólvora, mientras examinan las cuentas y ven de dónde pueden rascar. Que conste que no tengo interés personal alguno en Adriana Lastra, pero una cabeza como la suya no puede perderse por los prados asturianos mientras el jefe la necesita. Porque a ver quién es el guapo capaz de hacer la proeza de quedarse en La Moncloa habiendo perdido claramente las elecciones generales si no cuenta con Adriana Lastra. (Con Simancas o sin él).