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Agitación

Se podrían, y deberían, hacer «manifestaciones digitales»: convocarlas puntualmente «on line», abiertas al mundo entero. Y hacerlas más periódicas que los periódicos. Sin cesar ni cejar.

Muchos preguntan por qué la sociedad no se rebela manifestándose contra la situación política actual. Encuentro varios factores: la pandemia generó dinámicas peculiares, tras la manifestación del 8M (2020), nada será igual en cuestión de concentraciones humanas a favor, o en contra, de algún fin ideológico. Incontables personas se infectaron allí, murieron después, o vieron cómo morían familiares, amigos. Más: el porcentaje de población extranjera es muy elevado comparado con el que España tenía hace pocos años (en los últimos 7, ha crecido espectacularmente). Suele ser gente joven. La juventud es más propensa a movilizarse que la edad madura. Pero los extranjeros aún no están, en general, asimilados en el sentido de que, aunque hayan adquirido la nacionalidad española, no «sienten» el contexto político y económico español como propio. Muchos, incluso soñarán con volver a su país cuando tengan ahorros suficientes. España es su refugio, no su hogar. No están motivados para protestar, manifestarse, luchar. Otro: la agitación y propaganda son territorio de la izquierda, «inventora» de tales instrumentos. La derecha, ahora en la oposición, solo sabe «heredar» poder. Asimismo, falta cultura democrática. Contra lo que deseamos pensar muchos, España no posee una larga tradición democrática reciente. Por tanto, carece de los elementos históricos, del patrimonio tradicional que le permita protestar –como hacen los países anglosajones– por ejemplo por lo relacionado con el dinero de la caja común, del erario público. Aquí, torpemente, muchos pueden pensar que ese dinero «no es de nadie», mientras un anglosajón tiene perfectamente claro que, entre sus más preeminentes derechos, se encuentra el de reclamar transparencia en las cuentas públicas, de las que se siente parte implicada, propietario en porcentaje, responsable y cuidador… Estos son algunos factores que explican la pasividad ciudadana ante una situación nunca vista de deterioro democrático en España. Además, ahora la gente se desahoga en las redes sociales, y ya no necesita demostrar su ira en las calles. Pero se podrían, y deberían, hacer «manifestaciones digitales»: convocarlas puntualmente «on line», abiertas al mundo entero. Y hacerlas más periódicas que los periódicos. Sin cesar ni cejar.