Y volvieron cantando

La amenaza es la carcoma

La amenaza principal es, más allá de crisis y desafíos puntuales, la carcoma que sin prisa ni pausa inunda de corrosión el estado de derecho y la división de poderes garantizados en la Carta Magna

Nada nuevo bajo el sol en el acto que ayer pretendía homenajear el aniversario constitucional si tomamos como referencia lo visto y proferido durante los últimos días en las Cortes Generales. Ni son ya noticia las ausencias de quienes desprecian una carta magna a la que preferirían ver arrumbada en las mismas cunetas que las constituciones de estados bolivarianos, ni sorprende la hipocresía de a quienes sin ningún rubor se les llena la boca de ensalzar la misma norma que pretenden retorcer primero para vaciar de contenido después.

Se equivocan quienes en el balance de cuarenta y cinco años de recorrido tratan de señalar elementos como el terrorismo etarra o algunas brutales crisis económicas entre las primeras amenazas que acecharon a nuestra ley de leyes. Justamente estas lacras fueron las que acabaron demostrando la fortaleza de una norma de convivencia que nos dimos mayoritariamente todos los españoles en un proceso de reconciliación nacional ejemplar para el resto del mundo. Las amenazas reales son las que ahora se ponen de manifiesto con síntomas preocupantemente recurrentes como el de la precariedad a la hora de enseñar dentro del ámbito educativo la importancia de los valores constitucionales, en unas escuelas donde se muestran a veces realidades muy distintas de la nación española según en qué comunidad autónoma nos encontremos. Pero sobre todo la amenaza principal es, más allá de crisis y desafíos puntuales, la carcoma que sin prisa ni pausa inunda de corrosión el estado de derecho y la división de poderes garantizados en la Carta Magna. Más allá de quienes desde influyentes minorías abogan por el fin del régimen del 78, el peligro pasa por quienes claman a los cuatro vientos la defensa de una norma de convivencia a la que al mismo tiempo retuercen en beneficio de sus puntuales intereses partidistas, e ignorando que el siguiente paso tras los tacticismos políticos no es otro que el vaciado de contenido de la clave de bóveda en la monarquía parlamentaria.

La constitución sufrió con las crisis económicas, con pandemias o con el terror etarra y yihadista, pero es ahora cuando sus cimientos están más desprotegidos, en un país con partidos que humillan a la ciudadanía negociando en Suiza con prófugos a la vista de «verificadores» internacionales o amenazando con sentar en banquillos políticos a jueces que han hecho su trabajo. La carcoma.