A pesar del...
El anticapitalismo es el problema
Afirman defender la democracia los mismos que alimentan el populismo y recortan la libertad de elegir
Desde la caída del Muro, los progresistas, mientras ignoran el desastre del llamado «socialismo real», insisten en que tenemos un gran problema, que es el capitalismo. Mienten, como siempre. El problema nunca fue el capitalismo, porque la libertad económica, antes y después del colapso del comunismo, siempre fue lo que más convino a los pueblos, y lo que las mujeres y los hombres libres solían elegir, cuando les dejaban. El problema siempre fue el anticapitalismo.
Pero el capitalismo, como el coronel de García Márquez, no tiene quién le escriba, y por eso los antiliberales de todos los partidos han tenido el viento a favor, sumando, claro está, el atractivo del socialismo a la hora de predicar desastres y propiciar soluciones mágicas de puro sentido común. Veamos, por ejemplo, las consignas proteccionistas. Se nos asegura que el comercio relativamente más libre del último medio siglo ha terminado con la industria, y que necesitamos una «política industrial», es decir, intervenciones, subvenciones y aranceles, para que volvamos a tener una industria, a la que, por cierto, los mismos anticapitalistas no hicieron otra cosa que sabotear, acosándola con impuestos y regulaciones medioambientales.
Dos siglos y medio, al menos, llevamos los economistas advirtiendo contra las falacias proteccionistas, pero allí siguen, ahora de la mano de los enemigos de una «globalización neoliberal» que ha facilitado que cientos de millones de personas hayan dejado atrás la pobreza extrema.
Hablando de pobreza, los anticapitalistas agitan el fantasma de la desigualdad, que ha disminuido en el planeta, atacando la «teoría del goteo», según la cual los empresarios beneficiarían a los pobres después de enriquecerse. Es un disparate que ningún economista liberal ha defendido nunca, porque en el mercado los empresarios no ayudan a los ciudadanos después de enriquecerse sino antes. De hecho, si no benefician a la gente, no se enriquecen.
Afirman defender la democracia los mismos que alimentan el populismo y recortan la libertad de elegir. Aseguran que la crisis de 2007 fue culpa de la libertad los mismos que ignora el intervencionismo monetario y fiscal que la cebó. Claman por el fin de la clase media los mismos que ignoran los impuestos que la hostigan. Y recelan del PIB los mismos que defienden políticas anticapitalistas que frenan su crecimiento y elevan la presión fiscal medida sobre ese ahora desdeñado indicador.
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