Editorial

Bloqueo legislativo camino del desgobierno

El bloqueo legislativo es inherente a un estado de excepción política que se corresponde con un gobierno que no puede gobernar, que es su razón de ser

El Gobierno pensó que su decisión de no tumbar la proposición no de ley que instaba una cuestión de confianza de Pedro Sánchez sería un gesto suficiente para que Carles Puigdemont aflojara las riendas con las que lo trae de cabeza y templara el hostigamiento y las amenazas sobre el porvenir de una administración, es preciso insistir en ello, en minoría parlamentaria. Si lo que Pedro Sánchez y Félix Bolaños buscaban como objetivo primario era que su socio de Waterloo no oficializara la ruptura de la alianza tras la patada adelante a la iniciativa de Junts en la Mesa del Congreso, pueden darse por aliviados. Nos tememos, sin embargo, que las intenciones de Puigdemont no pasen por que la borrasca pase, sino por que la tormenta arrecie. Si no, el bloqueo legislativo de facto que alumbró ayer carecería de recorrido y por tanto de sentido. Carles Puigdemont anunció que su partido suspendía «las negociaciones sectoriales» que mantiene con el PSOE y urgió una reunión «urgente» con los socialistas en Suiza. Explicitó, para que quedara constancia, que no negociará los Presupuestos Generales del Estado (PGE), que es como decir que el Ejecutivo no podrá aprobar un año más la ley más trascendente del ejercicio y que se verá abocado a una nueva prórroga. Y este veto será ampliable a toda iniciativa de Moncloa que se aparte lo más mínimo del programa e intereses del separatismo catalán, a excepción hecha de lo relacionado con la amnistía, el catalán en Europa y el diálogo abierto para el traspaso integral de las competencias en materia de inmigración a la Generalitat. Hay un problema de confianza, o mejor dicho, de desconfianza provocado por el presidente del Gobierno que no ha conseguido cauterizar. Moncloa quiere creer que habrá tiempo y espacio, y sobre todo mercadería, para restablecer puentes y votos en el hemiciclo y que se conserve la respiración asistida de una administración que no tiene la confianza de la mayoría del arco parlamentario como prueban sus continuadas derrotas. Juega a favor de Sánchez sus concretas aspiraciones que no son otras que la supervivencia sin dignidad homologable y nada sobre el desarrollo y aplicación de una acción de gobierno y menos todavía de algo parecido a una política de Estado. El hándicap es que ello está en manos de un político que muy probablemente podría acabar con su carrera política con el chasquido de sus dedos en forma de plácet a unas elecciones generales. Puigdemont lo dejó caer ayer en su comparecencia y no parece descabellado considerar que es un escenario no descartable si concluye que el filón está agotado e interesa agitar de paso el tablero catalán. El bloqueo legislativo es inherente a un estado de excepción política que se corresponde con un gobierno que no puede gobernar, que es su razón de ser. Naturalizar la no democracia es otro paso degradante al que el sanchismo aboca al país y a sus ciudadanos, a los que se los ha privado de su condición soberana.