A pesar del...
Byung-Chul Han, normal
Afirmar que «vivimos en un régimen despótico neoliberal que explota la libertad», es un desatino, pero viejo
El antiliberalismo de Byung-Chul Han, premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, ha provocado algunas críticas razonables. Pero, en realidad, nada de lo que dice es nuevo, y galardonar a la izquierda y a recelosos del liberalismo tampoco lo es, ni es una particularidad de los premios de este año, ni de España.
El premio Nobel de Literatura le fue negado a Borges porque había apoyado a Pinochet y a Videla. Todo el mundo lo encontró lógico. ¿Cómo homenajear a un partidario de las dictaduras? Se lo entregaron después a García Márquez, amigo y propagandista durante toda su vida de la tiranía castrista, y también a otros simpatizantes del comunismo, y nadie protestó.
Cuando le dieron el premio Príncipe de Asturias a Paul Krugman, escribí que el miedo a la incorrección política era tal que, antes de anunciar el nombre de los premiados, el jurado pedía la aprobación del diario «El País». Los años transcurridos han ratificado ese diagnóstico.
En el señor Han el jurado ha saludado sus «nuevas ideas en las que se recogen tradiciones filosóficas de Oriente y Occidente». No son nuevas. Afirmar que «vivimos en un régimen despótico neoliberal que explota la libertad», es un desatino, pero viejo. Y en cuanto a tradiciones intelectuales, como apuntó Lorenzo Bernaldo de Quirós en «Voz Pópuli», la obra del flamante premiado «constituye un ataque frontal a los fundamentos de Occidente».
Al antiguo absurdo de sostener que en el mercado la libertad es un engaño, porque estamos explotados o «autoexplotados», une otra venerable fantasía, que demoniza la tecnología: «Nos hemos convertido en instrumentos de los smartphones. Es el teléfono inteligente el que nos utiliza a nosotros, y no al revés».
Bernaldo de Quirós destaca que este marco de ideas, que conduce a un «nihilismo estéril, presentado con una jerga retórica pseudo trágica», es lo opuesto al pensamiento ilustrado occidental: «Una versión post moderna de la distinción marxista entre la libertad formal y la real».
No podían faltar las advertencias ante «la tecnología sin control político», ni las jeremiadas sobre el liberalismo y los «perdedores», la desigualdad y un mundo que según él «se asemeja a un gigantesco almacén donde todo se vuelve consumible».
Repite que estamos desprotegidos porque los Estados han sido desmantelados. Vamos, que no ha perdido un minuto en mirarse las cifras o en charlar con un contribuyente. Normal.