La situación

La calle y las instituciones

«Además de la calle es necesaria una oposición capaz de planificar con acierto la táctica y la estrategia en las instituciones»

Ni siquiera los más contumaces están en condiciones de negar la realidad de que la calle, en este momento concreto de nuestra democracia, no es de la izquierda gobernante ni de sus partidos satélites, esos que orbitan alrededor del PSOE y sostienen con respiración asistida la presidencia de Pedro Sánchez. La protesta de este fin de semana en la madrileña plaza de la diosa Cibeles resultó tan evidente que no exige extenderse en el comentario. El mensaje es cristalino.

Pero, llegados a estas alturas del mes de noviembre y con el nuevo gobierno a punto de ponerse en marcha, además de la calle es necesaria una oposición capaz de planificar con acierto la táctica y la estrategia en las instituciones, porque la protesta callejera es solo un complemento de lo importante: el trabajo en Las Cortes Generales, en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos.

No se puede saber cuánto durará la legislatura, pero nadie debería cometer el error de augurar que habrá elecciones en breve. Sería de necios apostar a que el inestable e inconsistente castillo de naipes sobre el que se asienta el poder de Sánchez va a colapsar en cuanto llegue la primera ventolera, porque los 179 diputados que sostienen al presidente tienen tanto interés como el propio presidente en apuntalarlo: les resulta muy rentable, aunque entre ellos tengan motivos para no soportarse.

Este es el tiempo de Sánchez. Pero, en su propia responsabilidad, también es el tiempo de Feijóo. La experiencia nos ilustra de que algunas de las decisiones que el PP adoptó entre su exitoso 28 de mayo autonómico y municipal y su victoria pírrica del 23 de julio fueron errores catastróficos. Y nada hay más recomendable, así en la vida como en la política, que aprender de cada equivocación para no repetirla. Puestos a cometer un desliz, mejor que sea nuevo.

En los despachos de Génova 13 se debe actuar sin precipitación, pero con determinación. Es evidente que algunas de sus voces habituales resultan eficientes, mientras que otras son las mejores aliadas del adversario. Es la hora de que Feijóo distinga las unas de las otras y actúe.