Y volvieron cantando
La cena de los cuñados
Pretenden reconstruirse muros derribados por una ejemplar transición tendiendo la trampa bolivariana de buenos frente a malos
La intervención del ya presidente del Gobierno en su discurso inicial de investidura –reafirmada con la composición de un gabinete «peleón» que Sánchez califica de «más político»– fue toda una tarjeta de visita, inédita a poco que se repasen las de sus antecesores durante el mismo trance parlamentario, en las que todos insistieron en su intención de gobernar para la generalidad de los españoles al margen de sus inclinaciones ideológicas y con independencia del discurrir de la legislatura en contextos de mayor o menor tensión de los filamentos políticos. Sánchez se nos ha mostrado como constructor y además vigilante de todo un muro frente a Vox y el Partido Popular o lo que es igual, frente a once millones de electores que optaron por votar a unas derechas a las que se arrumba tras un cordón sanitario que veremos escenificado en cada comparecencia de la portavoz post consejo de ministros. Dos Españas dándose la espalda, ¿les suena?
El mantra del acuerdo, el diálogo, el reencuentro y la negociación que desde el PSOE se ha ido vendiendo para justificar las cesiones al soberanismo no solo queda en evidencia con la declaración de intenciones del actual presidente, sino que da paso a una dinámica de frentismo que incluso supera a la de 2004 tras las elecciones post atentados «11-M», ya saben, la que abría una legislatura de mochilas, «kangús» y acusaciones de ilegitimidad. La España de hoy esta inquietantemente polarizada como si nos encontrásemos en una permanente recta final de agria campaña electoral y eso es difícilmente sostenible, sencillamente porque lo que hasta hace poco eran lamentables trifulcas solo entre dirigentes políticos ahora amenaza con trasladarse a una sociedad que puede pasar de la convivencia y el día a día levantando la persiana del pequeño negocio directamente a la trinchera. Ocurrió en Cataluña con amistades rotas y familias en las que hablar de política se convirtió en tabú y puede repetirse en el resto del estado si no se impone la cordura frente a tacticismos más entregados a dividendos partidistas y voracidad de poder que a los intereses generales de TODOS los españoles. Pretenden reconstruirse muros derribados por una ejemplar transición tendiendo la trampa bolivariana de buenos frente a malos. Confiemos ahora que se acercan las «entrañables» cenas navideñas en que el siempre animado diálogo entre cuñados no vaya a mayores.
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