Tribuna

El chupinazo del 28 de diciembre

El PSN ha pasado en un tiempo récord de desechar a Bildu a catapultarlo a la Alcaldía pamplonesa

Pamplona se va a convertir en la única capital con alcalde de la izquierda abertzale. Gracias a sus excelentes resultados electorales y al apoyo del PSOE. Joseba Asirón, cabeza de cartel de Bildu, va a prender el chupinazo contra la actual alcaldesa Cristina Ibarrola. Sólo que en vez del 7 de julio, este chupinazo está previsto para el 28 de diciembre, cuando el pleno pamplonés abordará la moción de censura pactada con Geroa Bai, Zurekin y el PSN. Igual, en esta ocasión, escuchamos a Esporrín, con la boina del Olentzero en vez de pañuelo rojo anudado al cuello, dándolo todo y entonando aquello de: «A Asirón pedimos, sea nuestro patrón, votarle en el Pleno, dándole nuestra bendición».

Asirón no es nuevo en estos menesteres. Fue alcalde entre 2015 y 2019. Sólo que para entonces, el PSN no estaba en la ecuación. Asirón fue alcalde con solo 5 ediles, a los que se sumaron 5 más de Geroa Bai, 3 de Podemos y 1 de Izquierda Unida. Justo 14 frente a los 13 que sumaron UPN y PSN (10 y 3). Fue todo una casualidad aritmética gracias a los pobres resultados de PP y C’s. Ambos se quedaron por debajo de la barrera del 5 por ciento pese a que la suma de sus votos superaba el 7 por ciento. Lo que hubiera significado 2 ediles con toda probabilidad. De hecho, sumaron más votos UPN, PSN, PP y C’s que EH Bildu, Geroa Bai, Podemos y IUN.

Asirón no revalidó la Alcaldía pese a pasar de 5 a 7 ediles en 2019. Aunque mejor le fue a Navarra Suma que se disparó a 13 mientras el PSN recuperó posiciones pasando de 3 a 5 ediles. Lo trascendente fue como despidió de la Alcaldía la candidata socialista, Maite Esporrín, al depuesto Joseba Asirón. Fue con una puya diáfana «Agur Asirón. Agur, agur, agur». Esto es «Adiós Asirón. Adiós, Adiós, Adiós». El tono jocoso era claro. Pero ésta añadió, por si acaso había alguna duda, que estaba inmensamente feliz. Se supone que no tanto porque la Alcaldía fuera a manos de la derecha (Navarra Suma), sino porque se la quitaban al «machista» Asirón, tal fue el apelativo con el que enjuició en su día al alcalde pamplonés.

¿Qué ha ocurrido desde aquellos días? Pues nada nuevo de hecho. Más allá del transcurso del tiempo para sanar heridas o olvidar rencillas. También entonces, 2019, estuvo en juego la Presidencia del Gobierno de Navarra. Fue para la socialista Chivite gracias a los votos de Bildu. Ocurrió en 2019 y se ha repetido en 2023. Nada nuevo tampoco por este cauce. Y tampoco por lo que respecta al Gobierno español. Antes como ahora, Bildu también votó la investidura de Pedro Sánchez.

El cambio se ha producido en esta ocasión gracias a dos factores. Uno, local. La socialista Esporrín se las tuvo con Asirón cuando éste fue alcalde. Cuatro años sin cuartel. Algo parecido ocurrió en la pasada legislatura. La socialista chocó de forma creciente con el Gobierno monocolor de Maya y en paralelo fue limando su relación con Bildu, a los que unió ser oposición a Maya. Quien ha pagado los platos rotos de esta entente es Cristina Ibarrola que el 28 de diciembre, cuando se celebrará el pleno de la moción de censura, cederá con toda seguridad la vara de alcaldesa a Asirón.

A nadie se le escapa, en cualquier caso, que los movimientos en la Alcaldía de Pamplona estaban condicionados a las elecciones que Sánchez convocó para el 23 de julio. No sólo en Pamplona, también en Barcelona. Primero con el PP dando la Alcaldía gratis a Collboni (PSC) y luego posponiendo este los pactos de gobierno a la resolución de la investidura del Presidente Sánchez que tanto pueden acabar con un pacto con Junts como con ERC y los Comuns. Quien seguro no va a estar en Barcelona es el PP.

Los votos de Bildu a Chivite han formado siempre parte de una estrategia posibilista y astuta de los abertzales. Necesitados de reconocimiento para ser admitidos como actores de pleno derecho en el terreno de juego político. Una necesidad de la que también adolecía el PSOE. Con Bildu fuera de juego se quedaba el PSOE huérfano de hipotéticas mayorías políticas en Navarra. Y, en menor medida, también en España a tenor del resultado en las dos últimas citas electorales.

Bildu, además, lleva años multiplicado sus apoyos electorales. Por eso incluso amenaza con superar al PNV en las próximas elecciones vascas. En Pamplona, considerada la capital vasca para los abertzales, no ha dejado de sumar papeletas desde 2015. Al punto que ya es primera fuerza (mayo 2023) en 7 de los 14 barrios de la capital Navarra. Entre ellos, el Casco Viejo pamplonés, donde supera el umbral del 50 por ciento.

La oferta electoral de Bildu ha llegado para quedarse. Ya es un actor político homologado por mucho que indigne a la derecha navarra (o española) y hasta no hace mucho a buena parte de la izquierda. Y ahora consuma su asalto a la Alcaldía de Pamplona. Gracias al apoyo electoral recibido de los pamploneses y al giro estratégico del PSOE en ese cambio de tercio que se fue gestando a fuego lento y que ha precipitado la aritmética electoral.

Siempre quedará para la hemeroteca, que suele ser terrible para todos, ese hiriente «Agur, Asirón» para cuatro años más tarde entonar el «Ongi etorri, Asirón» con el que el PSN ha pasado en un tiempo récord de desechar a Bildu a catapultarlo a la Alcaldía pamplonesa.