Alfonso Ussía

101 kilómetros

La Razón
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El Coronel Jefe del Tercio «Alejandro Farnesio» 4º de la Legión, en la rondeña Montejaque, don Ramón Armada Vázquez, me ha invitado como Legionario de Honor a participar en la vigésima edición de la carrera cívico-militar que organiza la Legión para unir en el esfuerzo del deporte a militares y civiles. Una carrera de 101 kilómetros en 24 horas. He declinado su invitación porque me sobran cien kilómetros. Llevo en mi alma el espíritu legionario, pero me fallan los músculos, la resistencia y un menisco. Es tal el éxito de convocatoria, que más de catorce mil deportistas, entre militares y civiles, han excedido el cupo de participantes y tendrán que conformarse con alegrar con su presencia el prodigioso paisaje de la carrera. Sierras de Ronda y de la vecina provincia de Cádiz. Ronda, Arriate, Alcalá del Valle, Setenil de las Bodegas y Montejaque. En carrera, en marcha o en bicicleta. Una organización perfecta, con los legionarios contagiando su espíritu de sacrificio y su humanidad en el compañerismo. Y los niños tienen su carrera, mucho más suave, de tres kilómetros por el casco urbano de la maravilla rondeña. También excesivamente dura para mis piernas.

En Montejaque, siendo general subinspector de la Legión don Rafael Reig de la Vega, coronel del Tercio don Javier Zorzo y de manos de los generales Porguerres y Muñoz-Grandes, recibí junto al gran escritor malagueño, poeta rotundo, Manuel Alcántara, mi chapiri y mi diploma de Legionario de Honor. Ahí estaba, entre el público, el gran don Antonio Ordóñez Araujo, el más grande de los toreros que ha parido madre en el siglo XX. He visitado Montejaque en diferentes ocasiones, la última para hablar de literatura a los legionarios, con el coronel Julio Salom al frente del Farnesio 4º. Un balneario de patriotismo, vocación, compañerismo y decencia. Se llega infectado por la política, la economía y la corrupción, y se abandona después de recibir un baño de dignidad y honestidad. Allí he dejado los recuerdos legionarios de mi padre, el Credo firmado por el general Millan-Astray y otros documentos manuscritos. No pueden estar en mejor sitio. Y siento en el alma no participar en esta vigésima edición de la gran carrera legionaria de 101 kilómetros, que se celebrará, en sus diferentes modalidades, desde el 12 al 14 de mayo, porque un legionario no puede hacer el ridículo.

No hay manera mejor de conocer a los militares que compartiendo con ellos la dureza y el sufrimiento del deporte extremo. Los civiles que tengan la suerte y la valentía de participar por primera vez, repetirán mientras les duren las fuerzas año tras año. El legionario contagia, el legionario socorre, el legionario anima, el legionario saca fuerzas de donde no las hay, el legionario ayuda y el legionario abraza al final de la carrera a todos los que alcanzan la meta. En el fondo, una síntesis de su espíritu, compañerismo, amistad, unión, socorro, marcha, sufrimiento, dureza, disciplina y bravura.

Escribo en momentos de tribulación. España en peligro de escisión, Europa en cobarde silencio, y una nación hermana que está siendo asesinada por una tiranía comunista. En España, también, corrupción, ambición, avaricia, y rencores del siglo pasado. Creo que todos los políticos, y muchos periodistas y editores de los medios de comunicación, harían bien en pasar unas horas con los legionarios, con los militares que en silencio sostienen la esperanza de España. Los que no roban, los que no tienen ambiciones económicas, los que viven del sacrificio, la vocación y la modestia. No vayan todos al mismo tiempo, que no caben. Pero sí chorreaditos. Y no es necesario, como es mi caso, que participen en la carrera de los 101 kilómetros. Basta y sobra que reciban el apretón de manos de un legionario para entender el concepto de la honradez y de la mejor realidad de España.

Buena carrera.