Alfonso Merlos
Antelación y reacción
Sí. Los dos elementos son contemplados al mismo tiempo. La reacción, porque el Gobierno y el legislador no pueden permanecer impasibles ante el envío de terroristas a combatir en campos de batalla, estén situados éstos en el corazón de Oriente Medio o en África. La anticipación, porque se trata de erradicar patrones de violencia llamados a perpetuarse en el futuro si no se adoptan medidas contundentes y pertinentes.
Se trata de una propuesta. Es verdad. Pero la ampliación del delito de terrorismo a este supuesto no va mal encaminada. Al contrario. En un momento en el que las redes de captación y reclutamiento criminal son transnacionales, en el que estos llamamientos al combate se hacen a través de internet, en el que las organizaciones son cada vez menos verticales y más horizontales, se hace apremiante proceder contra los individuos que tienen por obsesión alterar la paz y la seguridad mundial. Van en serio. A las terribles pruebas de las últimas semanas nos podemos remitir.
No estamos ante ninguna ocurrencia. Tampoco ante ningún puñetazo en la mesa que pretenda dar el Partido Popular o los poderes en España ante el apogeo propagandístico y la crueldad que está gastando el Estado Islámico de Irak.
Estamos ante la respuesta madura e imprescindible a un escenario que comenzó dramáticamente a tomar forma tras el 11-S y que no ha podido ser neutralizado: los lobos solitarios, los jóvenes occidentales que salen de su país, hacen currículum sanguinario y regresan con las peores intenciones posibles.
Es frecuente que se hierre en la respuesta al yihadismo por falta de imaginación. Pero aquí no nos hallamos ante amenazas hipotéticas sino muy reales. Pueden ser atajadas. Ésta es la vía. Sin duda.
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