José Antonio Álvarez Gundín

Banqueros y banquillos

El encarcelamiento de Miguel Blesa ha sido celebrado en las redes sociales con un entusiasmo tan desbordante que no sería mayor si el detenido hubiera sido Jack el Destripador o el mismísimo Al Capone. La calle sufriente e indignada quería un banquero en el patíbulo y, al fin, ahí lo tiene en la figura del ex presidente de Cajamadrid, una de las cajas más populares y queridas por millones de ahorradores que depositaron en ella algo más que su nómina o su pensión, una cierta garantía de futuro y algo de tranquilidad. La sensación de estafa, real o sobrealimentada, que se ha extendido en la opinión pública exigía una víctima propiciatoria, una testa patricia sobre la que descargar la ira y sublimar la frustración. Y Blesa, con su atildada figura de capitalista un punto engreído, es la adecuada para el sacrificio. Reúne todas las cualidades para ganarse el «trending topic» de los próximos meses aun sin abrir la boca.

Es cierto que pesan sobre él graves imputaciones, pero ya nadie le concederá el beneficio de la presunción de inocencia ni musitará un lamento, pues su sentencia, que ya ha sido dictada, es la condena general a una manera de hacer banca cuyas malas prácticas y errores detonaron la crisis. Si la caída de Mario Conde en los 90 cercenó de raíz la osadía de un intruso que desafió los códigos sagrados del Gotha bancario, la humillación de Blesa es el rescate a pagar por una casta híbrida de banquero y político que violó las leyes fundamentales del oficio. Sobre todo, en las cajas de ahorro, convertidas en mullidas banquetas donde partidos y sindicatos, virreyes autonómicos y analfabetos con carné descansaron sus nalgas sobre ingentes cantidades de dinero. Pero Blesa no ha sido el único. La nómina se alarga de forma interminable: Hernández Moltó, Narcís Serra, Parra, López Abad, Fernández Galloso... y así hasta un centenar de directivos cuya gestión está bajo pesquisa judicial. El latiguillo populista más repetido por los sindicalistas y la izquierda es que Rajoy ha preferido «rescatar a los bancos en vez de rescatar a las personas». Aparte de ser falsa la acusación, pues en realidad lo que ha evitado el Gobierno nacionalizando las cajas arruinadas es que millones de personas perdieran sus ahorros de toda una vida, no estaría de más saber cuántos dirigentes de UGT, de CC OO, del PSOE y de IU que ocuparon cargos en los consejos de administración de las cajas han sido «rescatados» por Mariano Rajoy: también ellos apoyaron con fervor las decisiones de los Blesa de turno que llevaron a la quiebra y alguna responsabilidad deberían asumir por ello. Empezando por dar la cara.