María José Navarro

¡Bingo!

A la Peña de Amigos de la Tercera Edad de Puerto de Sagunto le ha llegado su merecido escarmiento. A sus instalaciones acuden todas las tardes peligrosísimos septuagenarios y octogenarios sin alma, dispuestos a hacer un negocio de tomo y lomo: veinte céntimos se juegan por cartón y ganan cinco euros si cantan bingo. Para poner freno a toda esta Sodoma veterana, Hacienda les ha abierto un expediente y les ha multado con tres mil euros, lo que ha llevado a la asociación a plantearse cerrar, porque les sale más a cuenta chapar para siempre que pagar. Hace dos años, Hacienda ya se puso muy seria, con los brazos en jarra y el índice muy tieso, y a la Peña le cayó un sermoncito de los gordos por jugar a las cartas, así que desde entonces, los inspectores les han visitado hasta en nueve ocasiones. Debe de ser que los vigilantes de Hacienda no han visto una cosa más parecida a Eurovegas en sus vidas, la verdad. Para que en el Ministerio no cunda el pánico al imaginar a cientos de miles de jubilados hurtando a las arcas del tesoro los pingües beneficios que obtienen a diario, haré una confesión: mi señora madre es un hacha en el club de jubilados. No hay día que vaya y no se traiga, en premios, decenas de latas de atún, litros de aceite de oliva sabor suave, botes de melocotón en almíbar y cinco o seis latas de aceitunas sabor manzanilla. Y los domingos monta timba en casa gracias a «DVD Bingo, una forma de vida», con una función que canta las bolas en inglés. Ahí es donde hay que meter mano rápido, caballeros. (Montoro: a Esperanza Aguirre vas).