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Cansinismo

La Razón
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Qué cansada está la gente de la campaña electoral. Esto es como el día de la marmota. En el último trimestre me toca viajar bastante y recojo quejas de todo tipo. Unos me dicen que no entienden por qué hay que escuchar de nuevo un argumentario partidista que ya se saben de memoria. Otros, que les parece mal que los políticos provoquen otros comicios que, a todas luces, no variarán en resultados con respecto a los del 20D. «Los ciudadanos –me decía una señora– pactamos con nuestros vecinos para poder convivir en las comunidades, pactamos con nuestros hijos en la familia, pactamos con los clientes de nuestras tiendas, ¿por qué no pueden hacerlo ellos entre sí?» La pregunta es más que oportuna. Esta nueva convocatoria es a las urnas lo que septiembre es al mal estudiante: la repesca por haber hecho el canelo. Los resultados de diciembre han sacado a la luz lo peor de nuestro país: el atroz individualismo y la envidia, la incapacidad para ponerse en el lugar del otro y ceder para lugar un acuerdo. O blanco o negro. O tú o yo. Detestamos los matices, el eclecticismo, la relatividad y, sin embargo, la política es exactamente eso: el arte de lo posible. El mal está en la derecha y en la izquierda, nadie está libre de culpa. La expresión más intolerante es la pretensión revolucionaria de Podemos: los pobres son los buenos, los ricos son los privilegiados injustos ¡Como si no conociésemos todos gente arruinada por irresponsable y vaga, ni empresarios generosos! Pero también hay quien pregunta, por ejemplo: «Cristina, ¿por qué no hay un partido que represente los ideales cristianos?». No lo hay –a es hora de que cierto sector se entere– porque es imposible que un partido así constituya mayorías, porque el principal requisito de una partido es ser viable y poder llegar a gobernar. Los partidos representan a la sociedad, y la sociedad ya no es cristiana. Si usted quiere un partido así –tampoco entiendo yo esa obsesión– empiece por evangelizar a la sociedad. No se puede partir de los principios propios para anatematizar al contrario. Justamente eso es contrario al cristianismo. A ver si aprendemos a proponer proyectos comunes, acogedores, integradores. La obsesión por anular al otro empieza a dar frutos en España. En Valencia se han cancelado 18 conciertos, porque al conseller de enseñanza no le gustan los colegios católicos. También se impide que los universitarios del sistema privado acudan para las prácticas a los hospitales públicos, como si sus pacientes de mañana no fuesen a ser igualmente españoles y enfermos. Estamos ahondando preocupantemente en las diferencias y en la mutua exclusión, y si alguien no lo remedia, acabaremos como en los cuadros de Goya o los versos de Machado, que no dan abasto nuestros poetas para narrar este drama que es histórico. ¿Alguien puede explicar a todos los partidos que si no se suman escaños no habrá gobierno? No está mal lo que votamos los españoles, lo que está fatal es la incapacidad para tender la mano.