Alfonso Ussía

Churra efeméride

La Razón
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Los descendientes de Rafael Casanova Comes insisten en el patriotismo español del que es considerado padre del nacionalismo catalán. Casanova fue un abogado español y monárquico, partidario del Archiduque Carlos y adversario de Felipe V. Guerra de Sucesión, no de Secesión como han intoxicado a los niños y jóvenes catalanes. Una guerra monárquica que perdieron los partidarios del Archiduque y en la que triunfaron los ejércitos de Felipe V, creador de los Mozos de Escuadra, circunstancia también silenciada y molesta para el separatismo. Don Rafael Casanova, pocos años después del desenlace del monárquico conflicto –que no fue exclusivamente de Cataluña contra el resto de España–, recuperó sus bienes confiscados y mantuvo su despacho de abogado en activo. El final de su vida lo pasó en Sant Boi del Llobregat rodeado de toda suerte de cortesías y atenciones. Los que ofrecen flores independentistas a los pies de su monumento recibirían, en el caso de que pudiera hacerlo, una contundente patada en el trasero por parte del florecido y homenajeado.

La «Diada» conmemora una contundente derrota, lo cual no termina de ser comprendido por las mentes sencillas y elementales, como la mía. Pero aquella derrota no supuso la humillación del catalanismo ante el imperialismo invasor español. No existía el catalanismo ni el separatismo ni el nacionalismo. Unos españoles vencieron a otros españoles, lo cual no es novedad en nuestra Historia. En el cerco por mar de Barcelona, los navíos de Felipe V contaron con la sabiduría y valor de uno de los grandes héroes de la Historia de España, don Blas de Lezo, que sufrió la amputación de un brazo.

En 1714 no fue Cataluña la región derrotada ni Barcelona la ciudad sometida. Los españoles vencidos se unieron posteriormente a los españoles triunfadores, y todavía no habían aparecido por Cataluña los antepasados de Rufián y Gabriel, ni brotado las raíces del odio cainita que hoy envenena a Cataluña. Casanova no fue un traidor a España, sino un español que a su entender concebía una España más moderna reinada por el Archiduque. En 1714 hubo nobles que lucharon en bandos diferentes, siempre con España como supremo valor. En la actualidad, en Cataluña, hay nobles traidores a España y al Rey que podrían dejar de serlo. No dejar de ser traidores, sino nobles, por carecer de sentido el mantenimiento de sus dignidades nobiliarias y culturales.

Las fiestas sirven para unir, no para discutir. Y menos aún cuando el origen de la fiesta que hoy se celebra ha vulnerado las reglas del juego de la verdad histórica. Rafael Casanova no se jugó la vida y el patrimonio por Cataluña, sino por una España mejor. Prueba de ello es que España agradeció su sacrificio reivindicando plenamente su figura. Para lo único que sirve esta fiesta tan neciamente celebrada es para demostrar las enormes diferencias que se establecen en el separatismo catalán. No puede ser de otra manera cuando lo que se celebra no responde a lo que aconteció. Como si en Cádiz, la fiesta por definición fuera la conmemorativa de la Batalla de Trafalgar, en la que nos dieron por babor, por estribor, por la proa y por la popa. Que así preguntaron los gaditanos cuando uno de los oficiales de la Armada española derrotada fue ascendido a General. «Por perder doce navíos/ a uno hicieron General./ Al que pierda veinticinco/ -me pregunto-, ¿qué le harán».

La «Diada» es un clamor enfrentado y desorientado. Fiesta de abucheos e insultos. Un despropósito. Muy española, eso sí. El español que pierde se busca a su héroe, y lo ha encontrado en un monárquico partidario del Archiduque que era tan patriota español como Blas de Lezo.

Flores y homenaje al gran español Rafael Casanova y Comes. Desde aquí le envío mi ramo de rosas. Por Interflora.