Agustín de Grado
Del PSOE y la tribu
Decía Ortega que el problema catalán no se podía resolver, «sólo se puede conllevar». Pero hasta esto resulta cada vez más difícil. Ni el artículo 2 de la Constitución que consagra su unidad indisoluble parece ya garantía suficiente para la supervivencia de la nación española. El partido mayoritario de la izquierda la ha traicionado cuando más necesitaba de su defensa ante el asalto fascista que pretende conciliar con la democracia el objetivo segregacionista de convertir a compatriotas en extranjeros. Es esa izquierda, otrora igualitaria, la que ha subordinado los derechos individuales a los credos nacionalistas de la tierra, la sangre y una historia falsificada que, ya sin careta, aspiran a la ruptura de España. Que varios dirigentes del socialismo catalán participaran ayer en la «performance» secesionista y no hayan sido aún expulsados del único partido que luce la E de España en sus siglas demuestra por qué el PSOE se ha convertido en gran obstáculo para la defensa de la nación. Bajo el liderazgo de Felipe González, el pragmatismo adormeció la pulsión del partido por «la libre autodeterminación de los pueblos del Estado», pero Zapatero desenjauló a la fiera, negó la personalidad histórica de España para concedérsela a sus enemigos, y ahora un PSOE desorientado no sabe cómo detener su deriva nacionalista sin pagar el precio de la fractura. Éste es el problema. Porque será difícil perpetuar la España de ciudadanos libres e iguales si el PSOE no acompaña en la defensa de la nación constitucional como bastión de la libertad frente al regreso a la tribu que, alertaba ayer Vargas Llosa en la presentación de su héroe discreto, el nacionalismo impone con su uniformidad totalitaria y la exclusión del disidente.
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