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Ruth Beitia recibió hace unos días el premio Alfonso Ussía al Personaje del Año que concede LA RAZÓN cuando los campos parecen yermos y los árboles se desnudan. La estación invernal y su contorno es la época ideal para que los periodistas reconozcan los méritos de los deportistas, que atienden solícitos, en la mayoría de los casos, a las convocatorias. «Cuando deje de competir, me acordaré mucho de estos homenajes», reflexiona el palista Saúl Craviotto.

Ruth, sin pretenderlo, sólo porque ha alcanzado el oro olímpico a los 37 años, porque quiere ganar el Mundial con 38 y acaricia la idea de saltar en Tokio’2020 con 41, se postula para recibir el próximo Premio Princesa de Asturias de los Deportes, como Mireia Belmonte o Carolina Marín, más joven, pero en la senda. El jurado tendrá que hilar fino para elegir entre figuras como Federer, Bolt o Phelps, que se baten en retirada y no garantizan su presencia en los actos de entrega del Campoamor, o desilusionar a la afición española, que vibra con sus deportistas. Abstraerse del poder hipnótico de Mireia, de Ruth; ignorar sus conquistas colosales y eternas no es justo. Reciben premios por todos los rincones de la geografía española. Hacen enormes sacrificios para ir de una ciudad a otra para recogerlos...

Otro ejemplo de entrega insuperable, de cariño hacia la afición y los premiadores, es Craviotto. El lunes estuvo en Madrid, el martes en Barcelona, el miércoles en Santander, para recibir el homenaje de los periodistas deportivos de Cantabria y regresó en coche a la Ciudad Condal antes de la media noche. Saúl, cuatro medallas olímpicas –dos de oro–, es otro ejemplo, que Juan Ignacio Zoido va a cuidar y proteger. Quiere el ministro que sea la imagen de la Policía Nacional y se ocupe exclusivamente de preparar los Juegos de Tokio; apartarlo de las calles, alejarle del delincuente, perplejo cuando descubre que le detiene un doble campeón olímpico. Hay que cuidar a los deportistas, y reconocer sus méritos antes de la caída definitiva de la hoja.