España

Dignidad a codazos

El señor Mas, para sentir tanto repelús por todo lo que huela a España, dio la impresión de haber cantado frente al espejo de su despacho en la plaza de San Jaime, junto a Oriol Junqueras y Francesc Homs, aquel pasaje de la zarzuela del maestro Chueca, «La Gran Vía»: «Yo soy el Rata 1º, y yo el 2º y yo el 3º...». Y todo para preservar la dignidad de la Generalitat de Cataluña, representada por su Molt Honorable persona hasta que las urnas plebiscitarias le aticen otro meneo como el de la última vez, cuando adelantó los comicios para llegar a la mayoría absoluta y lo que hizo fue dejarse 13 escaños en la gatera. Pero como en la obra de don Federico Checa, él es el Rata 1ª y nadie tiene derecho a quitarle ese papel preponderante en ningún acto oficial, como el organizado por los empresarios catalanes y al que estaba invitada la vicepresidenta del Gobierno, que, al estar Rajoy fuera de España en la Cumbre Iberoamericana de Panamá, era la presidenta del Gobierno en funciones o, en versión zarzuelera, a ella le correspondía, y no al agente electoral de Esquerra, ser la «Rata 1ª». Por cierto que aquí, como en la magistral pieza de Chueca, el término «rata» esta totalmente exento de sentido peyorativo e insultante para convertirse en un sustantivo cargado de sentido del humor, aunque mucho me temo que es de eso de lo que están faltos los tres tenores nacionalistas que no se han dado cuenta de que, en realidad, son tenores cómicos. La dignidad de la Generalitat, y muchísimo menos la de Cataluña, quedaba menoscabada por que la primera autoridad política del Estado en esos momentos cerrara un acto en el que, al fin, la hasta ahora solitaria voz de José Manuel Lara encontró compañía entre los empresarios asistentes. Artur Mas no parece saber que la dignidad se conquista, no se gana a codazos.