El desafío independentista

El apunte de Francisco Marhuenda: La lucecita de Bruselas y la manifestación

La Razón
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Es cierto que de lo sublime a lo ridículo hay un paso y el independentismo lo ha superado desde hace mucho tiempo. No hay mucha épica en el autoexilio oportunista organizado por Puigdemont y sus fieles en Bruselas. No parece que le hagan mucho caso. La cobarde renuncia de Carme Forcadell, que asumió la disolución de la cámara sediciosa catalana y la aplicación del artículo 155 de la Constitución y redujo la DUI, finalmente, a algo simbólico, fue un jarro de agua fría al “procés”. Mientras tanto, Puigdemont clama al desierto y no parece, por lo menos hasta el momento, que nadie haga caso a la lista del “president” salvo los del PDdeCat, la antigua Convergéncia, que camina con paso firme hacia su declive gracias a la lucidez de Mas.

Todo lo que sucede es el resultado de la desesperación de Artur/Arturo Mas que, como digno sucesor de Groucho Marx, tiene unos principios pero sino le convienen encuentra otros, y de Marta Pascal, que tiene el pomposo cargo de coordinadora general elegida por el dedazo de Mas que no acaba de irse. Es cierto que montaron un “congresito” para ratificar una estructura elaborada a mayor gloria del ex presidente de la Generalitat. Por cierto, me olvidaba de que hay un tal David Bonvehí, otro de los fieles de Mas, que parece ser que es coordinador ejecutivo. Es posible que se inspiraran en el sistema consular romano y este fuera el equivalente cónsul suffectus. No falta el cargo de vicepresidente que le tocó en la pedrea a Neus Munté, que es la voz de su amo.

Al igual que durante la dictadura franquista se hablaba de la lucecita del Pardo, para mostrar que Franco era un trabajador infatigable, ahora tenemos a nuestro “president” en el exilio que vela por Cataluña y sus intereses, lanza soflamas apocalípticas, intenta sin éxito internacionalizar el conflicto y, sobre todo, es un plasta redomado con una estética tan hortera como imposible. Lo mejor es que le monten una panadería en Gante, donde nació el gran Carlos V, y alimente a sus exiliados haciendo de pastelero, que seguramente es lo que mejor sabe hacer. Otra salida sería encargarle la gestión de los patrimonios en el extranjero de los “patriotas” catalanes como los Trias Vidal de Llobatera, Pujol etc. La verdad es que Mas, cuyo padre era uno de esos defraudadores que tanto proliferan en las élites nacionalistas, podría darle buenos consejos.

No se puede tomar muy en serio a Puigdemont, Mas y Pascal, aunque Marta me produce una cierta pena porque está malgastando su juventud en una causa sin futuro y con un pasado lamentable, porque los acontecimientos les empiezan a superar. Los diferentes actores del independentismo se sitúan ante el nuevo escenario y repliegan velas. No descarto un nuevo paseíllo de ex consellers, encabezados por Junqueras, que siempre pensé que era el más listo de todos aunque ahora lo dudo, ante la magistrada Lamela para abjurar del pasado y abrazar con fervor el futuro. El oportunismo es un valor muy importante en política mientras que los principios están sobrevalorados.

Por cierto, no quiero olvidar la enésima manifestación, cada vez con menos participantes, a pesar de la inestimable ayuda de la Guardia Urbana haciendo propaganda del independentismo. Es tan coherente como su jefa máxima, Ada Colau, que es otra digna seguidora de Grouxo Marx aunque me temo que su oportunismo y falta de principios le den buenos resultados. Este sábado se reunieron poco menos de doscientas mil personas, que no está mal, pero lejos de los eufóricos 750.000 que anunció la policía municipal barcelonesa. No hay que minimizarlos, pero tampoco exagerarlos. El independentismo sigue ahí, aunque en retroceso pero, a pesar de ello, es importante. Espero que con el paso del tiempo regrese a su 25 por ciento original como sucede actualmente en el País Vasco tras superar la fiebre de años anteriores.