El desafío independentista

El día de la marmota

La Razón
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Ofcom, la organización que controla la radiodifusión en Reino Unido, ha ordenado a la BBC emitir unas 300 horas al año de programas de humor, repartidos en horas de mayor y menor audiencia en las cadenas BBC1 y BBC2 de su televisión. La noticia no es baladí. Sólo así se pueden entender algunos de los comentarios e informaciones que el organismo público dedica a Cataluña y a sus protagonistas durante las últimas semanas: un deseo de contribuir al solaz y humor de su pueblo; un país que nunca ha estado tan necesitado.

Pero la información permite otra lectura más seria, aprovechando que Rajoy se dispone a viajar a Bruselas para reunirse con sus homólogos europeos. Todo el mundo cree –y es verdad– que en Europa nos apoyan sin fisuras, y que ningún país está dispuesto a reconocer la independencia catalana. Pero esto no es porque nos quieran mucho, sino simplemente porque casi todos tienen algún problema similar dentro de sus fronteras. El propio presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker lo ha reconocido al decir que «si permitimos, aunque no sea nuestro asunto, que Cataluña se independice, también lo harán otros después y eso no me gusta. No quiero una Unión Europea que dentro de 15 años esté formada por 90 países». Por eso, lo que Rajoy se va a encontrar en Europa es mucha comprensión pero poco más. Por eso tampoco se entiende muy bien su espera para la aplicación del 155 hasta hablar con sus compis. Pero es así: va a esperar hasta el sábado o lunes. Si alguien pensaba que la decisión la iba a tomar hoy, siento decepcionarle. Hoy será un nuevo día de la marmota, donde se repetirán las mismas cosas y habrá pocas novedades. Aunque alguna sí.

Y la novedad está en las elecciones catalanas. Rajoy dice a Puigdemont que está dispuesto a frenar el 155 si hay elecciones, y los independentistas dicen que no, pero con la boca cerrada para que no se les escape la risa. La verdad es que nunca –¡nunca!– van a contar con un ambiente tan favorable para una convocatoria como ahora. Las movilizaciones callejeras son permanentes; los medios de comunicación nunca habían manipulado tanto, y el descaro de sus gobernantes tampoco había sido tan flagrante. Podemos y ERC están deseándolo. Y Puigdemont también. Pues, a pesar de todo, que vengan las elecciones.