Alfonso Ussía

El higiénico

La Razón
La RazónLa Razón

Con la petulante ignorancia que le caracteriza, el Higiénico, ha calificado la celebración del aniversario de la recuperación de Granada, de patrioterismo rancio, inculto y reaccionario. Tendría que explicarse, pero ha elegido el Twitter para escribir semejante birria y no obligarse a exponer sus argumentos. Me figuro que para el Higiénico, la invasión árabe del sur de España en el año 711 doblegando a las tropas de Don Rodrigo, fue una invasión modélica, pacifista, de miradas de amor y de abrazos entre invasores e invadidos. Me cuesta escribir lo de la «toma de Granada», porque los ejércitos de los Reyes Católicos no tomaron nada, y sí recuperaron lo que siglos antes habían colonizado unos extraños que se mantuvieron en España más tiempo del recomendado por la buena educación. Pero ya se sabe cómo son el Higiénico y sus seguidores. Odian a España y aman a los islamistas. Abominan del cristianismo y defienden al ISIS y Al Qaeda. Propagan sus mensajes de amor y paz y defienden a los terroristas. Se dicen demócratas y viven del dinero que les mandan las dictaduras comunistas. Son los paladines del apoyo a los homosexuales y se financian con el dinero que les regalan los que cuelgan a los homosexuales de las grúas por el mero hecho de serlo. Recuerdan con emoción la más hermosa revolución de la Historia, la soviética de 1917, sin reparar en los centenares de millones de inocentes asesinados por aquella hermosura. Y llevan en sus corazones la imagen del señorito Guevara, el «Che», que incitaba a «matar a los maricones de Cuba» porque su degeneración ponía en peligro las metas de la Revolución. Todo eso está bien, porque el Higiénico es como lo hicieron sus padres, muy rarito. Pero se le supone una cierta formación. Y creo que recordar como españoles la recuperación de Granada no es patrioterismo, ni rancio, ni inculto. Es, simplemente, conmemorar un hecho significativo. La recuperación de España. Eso duele. España. Qué asco de palabra. Con lo bien que estaba España en manos de la morería.

Esperanza Aguirre ha tenido la desfachatez de celebrar con el recuerdo la recuperación de Granada, y Pablo Iglesias se ha enfurecido. Y además de decirle patriotera, rancia e inculta, ha intentado escribir una ironía. Un estalinista irónico es como un pavo con escamas. Se trata de una imposibilidad. El dogmatismo y la ironía no conocen las ventajas de la convivencia. Y se ha referido el Higiénico a la higiene de los Reyes Católicos, que espera no sea admirada por Esperanza Aguirre. En aquellos tiempos, la higiene de los Reyes Católicos era muy parcial y medida. No existía el concepto. Nadie se lavaba con la frecuencia recomendable, y nadie se escandalizaba del hedor ajeno porque no lo sufría, por cuanto su hedor era similar al del resto de los que le rodeaban. Estábamos en el siglo XV, y el champú no existía, ni los jabones de marca, ni los desodorantes, ni los geles de Heno de Pravia, ni los tampax, ni los paños higiénicos, con alitas o sin alitas. Eran todos de su tiempo, es decir, bastante marranos. Por mi parte, me atrevo a reconocerle al Higiénico Iglesias que lo que menos admiro de los Reyes Católicos es, precisamente, su higiene personal. Y lo que más, la reconstrucción de España y su apoyo a la aventura del Nuevo Mundo. Me caen muy bien los Reyes Católicos, que eran cultos, patriotas y sucios, como todos los que vivían en su entorno y todos los que corrieron hasta las costas mediterráneas para salvar sus nada higiénicos pellejos.

Pero que el Higiénico hable de higiene ajena en pleno siglo XXI, cuando el champú existe, y los jabones de marca se ofrecen a precio de lote, y el gel de baño se consume a hectolitros cada día, y el tampax y demás artilugios y complementos con alitas o sin alitas para evadir los efluvios puntuales de sus niñas, se adquieren con normalidad pasmosa, es algo que no concuerda con sus coletas pringosas, sus dientes gualdas, sus pantalones sin lavar, sus zapatillas que hieden a través de las pantallas de televisión y sus alerones, probablemente, huérfanos del jabón que el siglo les impone, es de risa. De asco, y de risa, escrito sea con el permiso de los Reyes Católicos, que al lado del Higiénico, parecían modelos de Dior, Channel o simplemente, representantes de los jabones Lagarto de Lizarriturri y Rezola de Lasarte.

Vamos, vamos, vamos...