José María Marco
El jolgorio cantonal
Como en tiempos de Rodríguez Zapatero, vuelve la tentación de comparar lo que nos está ocurriendo ahora con lo que pasó en tiempos de la Segunda República, Frente Popular incluido. Puestos a hacer analogías históricas, es mejor buscarla un poco más atrás, en el ciclo de cambio que se inició en 1868, con los días de la Gloriosa Revolución. Fue el primer intento regenerador de nuestra historia, aunque no sería el último, y acabó con la Primera República, cuando España parecía a punto de disolverse. La ocurrencia del alcalde de Cádiz al sustituir el retrato del Rey por el del líder anarquista de la ciudad en 1873 no ha hecho más que reafirmar la hipótesis, que me fue sugerida por un amigo nada más conocerse los pactos del PSOE y sus amigos nacionalistas y de extrema izquierda.
Por lo fundamental, se han puesto en marcha dos movimientos. El uno nos lleva a repetir una política ya conocida: gasto, descontrol presupuestario, deuda... Grecia, en una palabra, tal como la gobiernan los colegas de los aliados del PSOE. Ahora bien, si alguien se figura que los españoles nos vamos a conformar con una copia de Grecia se equivocará de medio a medio. Además de eso, aquí se pondrá en marcha otra deriva que consiste en el federalismo... castizo.
Los españoles no entendemos el federalismo como un equilibrio de poder entre el centro y los territorios (estados, Comunidades Autónomas, o como quiera llamárseles). Para eso ya está lo que tenemos. El federalismo es para nosotros algo más, una utopía ácrata en la que las entidades locales se habrán librado por fin de la autoridad estatal para pactar por su cuenta una España nueva. Los que participemos del contrato federativo (intente usted no participar...) exploraremos libremente nuestras infinitas posibilidades y podremos al fin sentirnos cómodos, sueltos y desinhibidos. ¿La estabilidad? La garantiza la empatía. Cuestión de fe.
Si las cosas siguen como están, lo lógico es que nos encaminemos de nuevo al jolgorio. Por decisión de José María González «Kichi», apoyado por el PSOE, Fermín Salvochea, el delirante cantonalista gaditano, ya es el nuevo santo patrón del municipalismo y los alcaldes de nuestro país. Veremos lo que ocurre a partir de aquí con los gobiernos de las Comunidades Autónomas. Ni siquiera hará falta cambiar los símbolos ni las grandes instituciones nacionales, como ha dejado claro Pedro Sánchez en el lanzamiento oficial de su candidatura a La Moncloa. Más diversión, imposible. Todo el año es carnaval, digo, federal.
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