Pilar Ferrer

En continua vigilancia

Bajo el permanente desaire a las instituciones del Estado, rehén de Esquerra Republicana y sin irritar demasiado a los socios de Unió, comienza su andadura el Gobierno de Artur Mas. Un equipo en el que sobresalen dos «halcones» de diferente perfil. Uno, Francesc Homs, el «Quico» listo, como se le conoce en los círculos de poder catalanes. Es una especie de brazo armado del presidente, el rostro y la voz, combativo y provocador cuando toca, que gusta de manejar los medios. El otro, Germá Gordó, totalmente diferente. Discreto al máximo, «fontanero» en la sombra, aunque ahora habrá de salir en los papeles que tanto le repelían.

El resto del Govern ocupa ya un escalón menor. La vicepresidenta, Joana Ortega, es la gran cuota de Duran Lleida, mujer de su absoluta confianza, con información de primera mano por su cercanía a Mas. Al igual que Josep María Pelegrí, un histórico de Unió, muy cercano a Duran y Sánchez Llibre, auténticos hombres fuertes en el Congreso y esenciales para cualquier negociación con Madrid. En el ala convergente destaca Felip Puig, incombustible como pocos, tras haber pasado por cinco carteras diversas. Su estrecha relación con Oriol Pujol le permite que, una vez más, se mantenga en el Gobierno.

Al margen de los nombres, el equipo de Artur Mas nace vigilante y vigilado. Desde Madrid se mantiene la guardia ante los desatinos soberanistas. Al tiempo, la Generalitat observa con celo los pasos de La Moncloa, donde se acepta dialogar, pero se frenará en seco todo lo que traspase la Constitución. Una continua partida de póker, con las cartas marcadas por quien puede hacer valer el imperio de la Ley. Una situación sin precedentes, en la que Mariano Rajoy advierte de las reglas de juego: lealtad recíproca. Veremos quién rompe la baraja.