Historia

Ángela Vallvey

Euro-visión

La Razón
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Cuando el Imperio Romano empezó a ser un recuerdo, el futuro comenzaron a escribirlo unos pueblos jóvenes, bárbaros, que venían del norte, con los ojos llenos de la luz de los fiordos y el pelo enredado por vientos salvajes. Ansiaban llegar al Mediterráneo, apropiarse de Roma y sus tesoros legendarios. Las leyes romanas, que habían sido la claridad que civilizaba y unía territorios distintos y lejanos, se iba olvidando. Se enterraban las leyes, la cultura y los recuerdos con la misma naturalidad con que se inhumaban los muertos. El norte y el Oriente enviaban hacia Europa a sus gentes, que ansiaban el sol y la fértil tierra mediterránea. En menos de un siglo, las banderas del islam dominaron Egipto, el norte de África, Andalucía, Jerusalén o el Cáucaso. Los mahometanos hicieron la guerra, también el comercio. Se volvieron poderosos, ganaron en cultura. Igualmente, los antiguos fieles septentrionales, que seguían a los sacerdotes de Odín y sus cuencos de sangre, soñaban con asentarse en las ruinas europeas donde imperaba el código del más fuerte. Masas de individuos extraños venían de todos lados, ambicionando descansar y establecerse en regiones donde habían reinado antaño los Césares.

Carlos Martel, rey de los francos, en el siglo VIII, detuvo la invasión musulmana por el oeste mientras Bizancio intentaba contenerla por el este. Tomaría su relevo Carlomagno, el llamado «Emperador de Occidente». Junto a sus nobles, impuso el orden y un periodo de estabilidad que se creyó duradero, en el que las leyes parecían volver a tomar protagonismo, como en los viejos días de la gloria romana. Pero con la muerte del emperador desapareció todo lo que parecía sólido. Su fin dejó sumida a Europa en una negrura de siglos, hasta el punto de que las gentes pensaban que, cuando llegara el año 1000, asistirían al Juicio Final, cuyas trompetas celestiales confundían con los cuernos de los normandos, que invadían ferozmente las aldeas y llegaban ahora por mar pertrechados con espadas y hachas y vestidos con pieles de lobo...

De la Europa mitológica se enamoró locamente Zeus, la sedujo con engaños y se aprovechó de ella. Europa siempre ha sido invadida, violada, codiciada, saqueada, amada... Metafórica y realmente. Aunque ha logrado sobrevivir, pese a todo, seguramente en mejores condiciones que la mayor parte del resto del mundo. Europa sigue siendo un botín por (su) excelencia. La historia de Europa es la de una larga guerra cuyo trofeo es su misma alma.