María José Navarro

Fiebre

Nueva York, Nueva Jersey, Washington, Chicago, Atlanta y Londres ya lo están haciendo. Desde hace unos días se está tomando la temperatura a los viajeros que procedan de países con ébola en determinados aeródromos como medida de precaución. Aun así, ya han comprobado Vds. el carajal y la psicosis que tenemos, que viene un señor con colorcito tosiendo y con falta de sueño y ya tenemos el «aydiosmío». La Unión Europea, nuevamente, ha mostrado su falta de cohesión y no se ha puesto de acuerdo en qué hacer, si tomar medidas, no tomarlas o tirar confeti a la llegada de los vuelos de Sierra Leona. Dicen los responsables de estas decisiones que se trata de impedir lo que ya ha pasado en los aeropuertos de origen, que en muchos se les ha impedido tomar tierra a los africanos por culpa de las sospechas. Pero, ojo, además de tomarles la temperatura a esos pasajeros, cómo no, habrá que rellenar un cuestionario, que es una cosa que encanta que hagamos a las autoridades aeroportuarias. Teniendo en cuenta cómo se las gastan en los aeropuertos norteamericanos y en lo tocanarices que son en Heathrow, intuimos que habrá que llegar para coger el vuelo a tiempo por lo menos la tarde de antes. Por cierto, ¿quién va a tomar la temperatura? ¿Cómo? ¿Termómetro en la axila, en la ingle, en la boca? ¿Se podrá elegir? ¿Habrá que esperar cinco minutos? ¿No sería mejor una madre en cada salida? Pero una madre de las nuestras, esas mujeres certeras con mano térmica, de esas que te ponían los labios en la frente y te decían «tira al colegio que como sigas haciendo teatro esta noche duermes caliente pero de verdá».