Ángela Vallvey

Fiesta

La Razón
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El día 12 de octubre es la fiesta nacional de España, regulada por una ley, quizás porque si no nos obligaran no respetaríamos ni lo del «día no laborable». Coincide con el aniversario del descubrimiento de América, sobre el que aún no nos hemos puesto de acuerdo: ¿fue el encuentro entre dos mundos, o un choque de civilizaciones...? (Ambas cosas, probablemente, pero resulta difícil explicar lo que casi nadie quiere oír desprejuiciadamente). Lo cierto es que ni siquiera los anglosajones –que tienen una historia valiente de pioneros, de aventureros– lograron una gesta parecida. Un hecho inigualable, pese a las sospechas sobre otros esporádicos contactos previos con el continente americano (¿vikingos, etc?). Hasta ese momento, el ser humano había estado dividido en dos, desarrollándose culturalmente de forma totalmente diferente. La hazaña de Colón fue el principio de una auténtica e imparable globalización. A partir de entonces, todo cambió en la historia, y para siempre. Sin embargo, la proeza histórica sigue siendo denostada por una buena parte de los propios españoles. Hace ya tanto tiempo de aquello que, a pesar de su importancia, cualquier otro país hubiese empezado a cicatrizar heridas, a suavizar los gozos y las sombras que existieron a lo largo del tiempo, a verlas con desapego. Al fin y al cabo, los protagonistas fueron hombres endurecidos del siglo XV, dispuestos a perder la vida cayéndose al vacío en el «fin del mundo» si hacía falta, no «hipsters» aterrados por no tener plan para el fin de semana... La perspectiva histórica, necesaria para estudiar cualquier hecho del pasado, suele aplicarse por lo general, excepto en lo que se refiere a la conquista de América. Mientras los anglosajones han logrado labrarse una fama

–bien merecida– de audaces exploradores, a los españoles les ha quedado la de conquistadores: o sea, colonizadores, imperialistas, colonialistas, abusones, santurrones, esquilmadores... Ningún imperio ha sido juzgado con tanta severidad como el español en América, pese a que todos ellos, para mantener su hegemonía, han necesitado basarse en la fuerza bruta. Quizás se deba a la historiografía antiespañola. O al mestizaje que se produjo en América. La conquista española fue en principio masculina. Mientras que, por ejemplo, cuando llegaron los ingleses a América –mucho más tarde– lo hicieron con sus familias. Sea como fuere, la madre patria se convirtió para algunos en ramera: los españoles no olvidan ni perdonan. Ni a la historia ni, sobre todo, a sí mismos.