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Alfonso Ussía

Franela de Manchester

La Razón La Razón

Fuera de mí. Absolutamente irritado. Indignación total. La sentencia del caso «Palau» determina el seguro ingreso en la cárcel de más presos políticos de Cataluña. Lo primero que he hecho después de leer los periódicos, acuciado por mi carácter solidario, ha sido acudir a una mercería para adquirir – ya era hora–, un lazo amarillo. En Madrid no es sencillo, pero en los viejos comercios de las calles Arenal y Mayor, siempre se encuentra lo que uno busca. Y en Arenal, a la vera de Palomeque, la tienda de motivos religiosos, en un pequeño comercio textil, he hallado el lazo. Y en cinco opciones. Lazo amarillo de tergal de Sabadell, de seda de Mataró, de lana de Reus, de fil a fil de Badalona y finalmente, la bomba, de franela de Manchester. Un lazo como el de Guardiola. No pierde color ni viveza, se mantiene siempre enhiesto y en su sitio, y para no dañar la ropa con el alfiler de marras, presenta en el envés un velcro adhesivo que jamás se desprende. Se vende en una cajita de madera acolchada en su interior para depositarlo por las noches, y sí, es el más caro, siete euros el lazo, pero con una calidad garantizada y a prueba de aguas, nieves, rayos solares y vendavales. Su fabricante Smithson & Parva es el mismo que nutre de bandas de sombreros a la conocida firma londinense Lamp & Bloster, entre cuyos clientes destaca el duque de Edimburgo. No hay lazo amarillo que admita una comparación con el de Smithson & Parva. Eso sí, siete euros son siete euros, pero como decía Tip, ya comprado no pide pan.

Penas de cárcel para unas personas honradas a carta cabal. Apenas se llevaban el 3%, y la mitad lo depositaban en la caja de Convergencia Democrática de Cataluña, el partido de Pujol, Mas y el alcalde gerundense Puigdemont. Quizá, es cierto, pudieron ahorrarse el viaje de placer a la Polinesia, pero de ahí a ser merecedores por afanar 34 millones de euros a pasar una larga temporada tras las rejas de las terribles cárceles españolas, media largo trecho. Simultáneamente a la publicación de la sentencia que condena a estas personas tan extraordinarias, están juzgando en Valencia y Sevilla, respectivamente, a los del PP de la Gurtel y a los socialistas de los ERE. Si unos y otros son condenados a cumplir penas de prisión, lo harán por chorizos. Los presos políticos son exclusivamente los de Cataluña, que no han hecho otra cosa que extorsionar a cambio de obras públicas y prebendas a empresarios anhelantes de enriquecerse, y alguno de ellos constructor y madrileño. Y con el dinero de la extorsión, aumentar con medida los números positivos de sus cuentas corrientes y colaborar con la financiación del independentismo. Sospecho que alguno de los principales responsables se ha ido, de momento, de rositas, y no me atrevo a señalar para no ser acusado de enemigo del Proceso. Si entran en la cárcel, que van a entrar, destacados miembros del PP y el PSOE, no hay lazo que valga, y menos de franela de Manchester.

Escribo con el lazo amarillo de franela de Smithson & Parva perfectamente alineado dos centímetros a la izquierda de mi tetilla zurda. Lo acaricio de cuando en cuando y me emociona figurarme que por cada caricia, los presos políticos en Estremera y Soto del Real, y los honrados administradores del «Palau de la Musica» de Barcelona, reciben mi afecto, cariño y comprensión. Hay que acabar de una vez con las agresiones judiciales a los independentistas de Cataluña. Y la que le tienen preparada a Puigdemont cuando no pueda más de mejillones y retorne a España, es de las gordas. De verdad, que en ocasiones, escribir equivale a sufrir un agudo dolor anímico. Derramo mis lágrimas más torrenciales, acaricio de nuevo el lazo amarillo de franela de Manchester, y renuncio a continuar la melancolía de este texto, entre otros motivos, porque carezco del espacio preciso para explayarme de nuevo desde mi profunda irritación.

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