Alfonso Ussía

Gratitudes y simpatías

La Razón
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A un millón de venezolanos que tomaron con alegría y esperanza las avenidas de Caracas, con una camiseta blanca en la que se leía «Paz» y sin caer en la tentación del insulto o la violencia, Juan Carlos Monedero les ha llamado «golpistas». Le han dicho de todo al pobre hombre, cuando en realidad, Juan Carlos Monedero no ha hecho otra cosa que defender a un amigo. Se ha comportado como un leal servidor del dinero recibido. Y la gratitud es siempre motivo de elogio. Un millón de personas que no envían dinero son nadie comparadas con un remitente generoso. Otra cosa es la del ingenuo Garzón. A Garzón, ni Chávez ni Maduro le han hecho llegar ni un euro, y esa defensa del régimen tirano, ladrón y carcelero de la capibara bolivariana se antoja, a todas luces, ridícula. Claro, que la simpatía es ciega y no siempre depende del dinero ingresado. Ahí está el caso –el de la simpatía–, de Julia Otero, que mantiene en su programa a un idiota que quiere encerrar –o enterrar–, en el Valle de los Caídos a los casi ocho millones de votantes del Partido Popular. El chico en cuestión, que es nieto de Víctor Pradera, el falangista que acuñó el «¡Arriba España!», e hijo de Javier Pradera, su fundamental fuente de puestos de trabajo desde la influencia del diario «El País», dice llamarse Máximo Pradera, aunque sus allegados le han rebajado el límite superior de su nombre y la verde extensión de su apellido convirtiéndolo en Mínimo Parcela. Pero también es digna de elogio la confianza depositada en Parcela por parte de Otero. Ya lo dice el finísimo dicho: «Al amigo, la retambufa; al enemigo, por la retambufa, y al indiferente, la legislación vigente».

Cuando una manifestación contra el poder omnímodo multiplica por veinte el número de manifestantes de la contramanifestación organizada por el tirano en cuestión, las fuerzas policiales, el despliegue de sus paramilitares, la detención de opositores y demás lindezas, el tirano puede mentir en cifras y resultados. Pero con los dídimos adheridos al cuello y la preocupación creciente. Cincuenta mil ciudadanos «demócratas» contra un millón de «golpistas» es dato a tener en cuenta. Y es lógico que Monedero no se muestre optimista y elija el camino de la descalificación.

Si el revocatorio que ha secuestrado Maduro para no ser botado –con B–, se celebra, y el régimen comunista bolivariano se derrumba, ¿seguirá recibiendo las propinas de Caracas? Lo tengo por muy dudoso. De ahí que estén infiltrando en la admirable Colombia del nada admirable Santos a cónsules del populismo para mantener el flujo dinerario. El dinero de Irán, de momento, lo tienen asegurado, y cuando diez homosexuales son colgados de las grúas en plazas públicas, o diez mujeres lapidadas hasta la muerte por una canita al aire, se mira hacia otro lado, se impone el silencio al ultrafeminismo de Podemos, y a cobrar y vivir que son dos días. Pero esa actitud, que no es motivo de homenaje, responde a la coherencia del agradecido, y no hay más que decir.

Maduro se cree Castro, y no. Fidel Castro, el gran canalla, es inteligente y astuto. Nadie le puede negar el mérito de la permanencia en el poder. Cuando se puso pachucho, le trasladó la llave de la miseria y de las cárceles a su hermano Raúl, que tampoco es un niño. Cuando desaparezca la fraternal pareja, Cuba experimentará la difícil y formidable aventura de la libertad. Maduro no les llega a los Castro al tobillo. Por otra parte, una sociedad amansada por sesenta años de comunismo, no exige lo mismo que un pueblo que recuerda la normalidad democrática. Ese pueblo que ha sumado, uno a uno, hasta un millón de manifestantes en las calles de Caracas exigiendo la inmediata celebración del legal y secuestrado revocatorio del opresor. La defensa de Monedero y sus acólitos, es con toda seguridad, el único detalle positivo a valorar por Maduro. Para mí, que Monedero se ha ganado una nueva transferencia . Y sin que sirva de precedente, también Alberto Garzón. Monedero y Podemos han demostrado su lealtad con la gratitud. Que Maduro responda ahora con la firmeza de la generosidad.

Gratitudes y simpatías.