Restringido
Halcones frente a palomas
El ser humano avanzó como civilización cuando comprendió el dolor que provoca la pérdida y la muerte. Pero las conquistas nunca son definitivas y hay que protegerlas cada día. Por eso a veces resulta difícil de entender el intento de simplificar y caricaturizar la respuesta ante el dolor, el mal y la barbarie en torno a dos posiciones: el buenismo y la violencia o, como se ha popularizado, halcones frente a palomas. Nunca las cosas son tan sencillas, ni la parodia es una buena herramienta para tomar decisiones.
Hemos visto con horror cómo la barbarie sigue anidada y usado toda su capacidad de infligir daño. Los periódicos y televisiones nos han mostrado, en los últimos meses, cómo morían niños pequeños en la arena de la playa o cómo ejerce una terrible represión el Estado Islámico en los territorios que dominan los terroristas. Imponen su interpretación extremista, a modo de estado autoritario, llevando a cabo ejecuciones públicas y destruyen templos y mezquitas. Expulsan a todos los cristianos que se nieguen a convertirse al Islam, e incluso han llegado a realizar decapitaciones masivas en público quienes se niegan a la conversión, incluyendo niños.
El atentado de París es un salto al vacío de la crueldad y la brutalidad. El miedo y el dolor no pueden nublarnos en nuestra lucha para vencer al mal. La sociedad occidental tiene que decidir entre una solución mala o una solución lenta, entre una solución violenta o una solución que cambie el sustrato y la cultura sobre los que se alimenta el mal.
Hannah Arendt, en su intento de encontrar el origen del mal, distinguió entre el mal radical y la banalidad del mal. Caracterizó el mal radical como aquel que persigue la aniquilación de los seres humanos como individuos con libre albedrío, anula su singularidad individual y colectiva. No persigue sólo la muerte de sus víctimas, también la desaparición de cualquier rastro de dignidad humana y de individualismo y ejerce una dominación total que hace superfluos a los hombres mismos.
La banalidad del mal ofrece otra explicación de por qué un ser humano comete actos brutales. Esta explicación no se enfrenta a la idea del mal radical, es complementaria. De esta manera, los terroristas que han colocado las bombas y han asesinado a inocentes, no lo han hecho inspirados por reflexiones profundas, ni por una estrategia definida y determinada, no forman parte del motor que produce el mal radical, todo lo contrario, lo han hecho como parte no pensante de una maquinaria del mal. De hecho, su propia organización les veda el pensamiento, que es el principal enemigo del totalitarismo.
La facultad de tener un juicio, de adoptar un criterio ante las diferentes alternativas que se disponen es la más política de las facultades mentales que tiene el ser humano y es a la que han renunciado los individuos que materializaron la muerte de tantas personas.
Es estúpido pretender que la sociedad no haga algo para mantener su seguridad, para salir de la situación de vulnerabilidad en que se haya sumida. El miedo y la psicosis no pueden dominar nuestra vida diaria y, de igual manera, tampoco se puede seguir mirando hacia otro lado en tanto no sufres en tu piel el dolor que padecen otros.
Pero la derrota del mal y del horror que encarna no se consigue solamente con la derrota de la banalidad del mal, en términos de Arendt. Algunos líderes mundiales, como el Sr. Tony Blair, han reconocido el error que supuso la intervención en Irak y sus consecuencias, que como vemos aún colean. Tampoco fue un acierto la desarticulación total de su ejercito, el vacío militar lo han ocupado los grupos terroristas.
Es momento para pensar fríamente, la batalla contra aquellos que arrancan nuestras vidas se gana con inteligencia en su doble sentido, con la información que los servicios secretos proporcionen a los diferentes gobiernos y con una reflexión profunda que nos conduzca a destruir el mal radical, esto es, el origen de esa fuerza oscura que quiere destruir nuestros valores y forma de vida, que amenaza a nuestra familias y que es capaz de alienar, anulando la conciencia de muchos a los que convierte en verdugos de los seres humanos
Hannah Arendt se alejó de la filosofía cuando decidió no permanecer como una simple espectadora y se urgió a actuar. Al final llegó a la conclusión de que el pensamiento y la facultad humana del juicio constituyen una precaria pero valiosa herramienta frente a cualquier totalitarismo y la violencia que desarrolla.
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