Alfonso Ussía

Hamacas y espejismos

La Razón
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Desde el navegado mar de los vascos de mi infancia y juventud, el que rompe en las playas y rocas que se suceden desde el Abra a Cabo Híguer, allá en Fuenterrabía, la última piedra de España, al mar de los montañeses de hoy, siempre procuro en los días diáfanos y sin nubes descubrir el rayo verde que rasga el mar cuando el sol se esconde. Creo que lo he visto en una veintena de ocasiones, y creo que no creo haberlo disfrutado jamás. Se trata de una ilusión óptica motivada por el deseo. En los altos de Gerra, del Miradorio o del Remedio, la gente se reúne para esperar el ocaso. El sol, como una naranja inabarcable desciende. A un paso de esconderse en el horizonte, la naranja se convierte en un tomate prodigioso. Y se va metiendo en donde la curva terrestre se lo demanda, y la ilusión entre los observadores crece. Cuando la última parte del gran tomate desaparece, siempre hay alguien que lo exclama y celebra: «¡El rayo verde!». Y todos dicen haberlo visto, cuando en realidad, el rayo verde es una fantasía del buen ánimo. Un espejismo.

Los canarios aman a su isla navegante, la de San Borondón. Se contempla desde el Teide en determinados días de luces encontradas. Dicen que se descubren perfectamente sus contornos y su altura, compuesta por riscos de aire. «Los Sabandeños» le han dedicado una preciosa habanera. San Borondón no es isla anclada; flota y se mantiene en el mar canario como un barco a la deriva. Y de golpe, desaparece, en un alarde de modestia y melancolía. Pero no hay canario que se precie que no la haya visto, y como parte de su paisaje, aunque imaginaria, que no la sienta como algo propio. Un espejismo. El vaivén de las hamacas en las siestas del verano, también regalan espejismos. El cielo, sobre las hamacas, es siempre un cielo vivo y habitado. He visto, con un ojo cerrado y el otro entreabierto, volar sobre mi desidia flamencos, frailecillos y patos mandarines. En el norte de España puede que algún flamenco despistado alcance una marisma desorientado de sus humedales del sur. Es posible que un frailecillo despechado por su frailecilla de los acantilados nórdicos, se llegue hasta aquí para calmar su mal de amores. Lo de los patos mandarines es casi imposible. Los ingleses lo introdujeron en las islas, pero no son patos de riesgo. Vienen de la China, son los más multicolores y vistosos del mundo y no existen registros ni apuntes de ornitólogos certificando que hayan sido avistados en las marismas o costas norteñas. Pero yo les aseguro que los he tenido volando sobre mi descanso, y aunque estoy totalmente seguro de que es falso lo que les he asegurado, mi ilusión permanece intacta. Un espejismo.

Una tarde, un golpecillo en el hombro me interrumpió la siesta. Sucedió pocos días atrás. Abrí los ojos y me encontré con Garbiñe Muguruza, allí plantada, de pie, con una raqueta entre sus manos. «He venido hasta aquí para que me entrenes. Me han dicho que eres el mejor entrenador de tenis del mundo, y necesito pulir algunos defectos en mi manera de jugar». Y lo que son los espejismos. Me cansé bastante, porque ya no estoy para esos esfuerzos, pero le pulí sus vicios tenísticos, y sin decirme nada, ni darme las gracias, ni levantarme la mano en señal de despedida, la gran tenista desapareció mientras el que escribe se preparaba un vaso de agua con azúcar para calmar sus agujetas. Y sí, fue un espejismo, pero las piernas todavía me duelen.

Hamacas y espejismos. El cadáver de un niño destrozado en Niza y un dirigente de Podemos llorando ante la imagen. Espejismo. Las de Femen mostrando sus pechos en la puerta de la mezquita de Madrid. Espejismo. Los socialistas de Baleares defendiendo el idioma español. Espejismo. Pedro Sánchez trabajando. Espejismo. Albert Rivera leyendo la «Enciclopedia de la Contradicción» para no caer en ellas. Espejismo. Rajoy recomendando a Montoro que deje de arruinar y esquilmar desde el poder a los españoles. Espejismo. Un Pujol en la cárcel. Espejismo. Renuncio a la hamaca. Cuando acudo a desatarla de los troncos de los tilos, la hamaca no está. Jamás tuve una hamaca. Otro espejismo, como lo es la concordia, el respeto, la convivencia y la comprensión en España.