Alfonso Ussía

JFK, el fascista peligroso

La Razón
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Las cosas que están ocurriendo en la región catalana, alguna de ellas bastante desagradables, nos están, al contrario, ayudando a comprender y descifrar enigmas no resueltos por la humanidad. Lo escribí años atrás. Jamás sabremos quiénes fueron los responsables del asesinato de Kennedy, qué cantidades ha facturado al Partido Popular el astrofísico demoscópico matrimoniado con Celia Villalobos, y el número de peluqueros norcoreanos que han sido pasados por las armas después de cortarle el pelo a Kim-Jong-Un. El Informe Warren, tan generoso en extensión como voluntariamente desinformado, se redactó con la única intención de oscurecer cualquier atisbo de luz que ayudara a esclarecer la programación, financiación y ejecución del magnicidio. Respecto al demoscópico servicio de Aznar y Rajoy nunca obtuve respuesta a la pregunta formulada a los más altos responsables del PP y ministros de sus gobiernos. Y el tercer enigma es irresoluble. Kim-Jong-Un se corta el pelo todas las semanas, y cuando la ocasión lo requiere, se retoca el cogote. Pueden ser 467 ó 1.322 los peluqueros ejecutados, no menos que los primeros y no más que los segundos.

Pero hemos sabido que John Fitzgerald Kennedy fue un fascista. Se empeñó en defender las leyes por encima de los caprichos de los hombres, por poderosos que éstos fueran. No admitió que la coacción de los grupos, las manifestaciones tumultuosas y amenazantes se establecieran en similar altura a las leyes y la Constitución de los Estados Unidos. Quizá fue asesinado por esos detalles sin importancia. En Moscú, en los despachos de Gorbachov y Shevarnadze, un grupo de columnistas españoles fuimos recibidos por sus propietarios con un busto de JFK presidiendo una y otra estancia. Pero Kennedy era un fascista redomado. Amaba a su Patria, sentía devoción por su bandera y cumplía y hacía cumplir las leyes y la Constitución. Como todos los norteamericanos, llevaba su mano derecha al corazón al oír su himno nacional. Esa emoción, prueba irrefutable de fascismo violento, nunca le fue perdonada. Para colmo de fascismo puro y duro se declaró berlinés en su memorable discurso pronunciado junto al muro, a pocos metros de la inabarcable prisión comunista.

Kennedy era tan fascista y retrógrado, tan cavernícola y ultraderechista, que en un mensaje retransmitido por televisión a sus conciudadanos, fue capaz de decir las intolerables barbaridades que transcribo a renglón seguido: «Los estadounidenses son libres, en resumen, de estar en desacuerdo con la ley, pero no de desobedecerla. Si este gran país llegara al punto de que cualquier hombre o grupo de hombres, mediante la fuerza o la amenaza de la fuerza, pudieran desafiar largamente los mandatos de nuestros tribunales y nuestra Constitución, entonces ninguna ley estaría libre de duda, ningún juez estaría seguro de su mandato, y ningún ciudadano estaría a salvo de sus vecinos». La síntesis del fascismo.

No sólo en la región catalana, sino en el resto de España, la izquierda radical considera que amar a España es de fascista, defender su Bandera es de fascista, respetar el Himno es de fascista, cumplir con la Constitución y las leyes es de fascistas, amparar a las víctimas del terrorismo y no a los terroristas es de fascistas, y sentirse orgulloso y libre en nuestro Estado de Derecho es de fascistas.

Tan fascistas o más que John Fitzgerald Kennedy, asesinado por su amor a la libertad.

Si eso es el fascismo, lo asumimos.

Más aún, lo celebramos.