Política

José María Marco

La izquierda ingobernable

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La encuesta que hoy publica LA RAZÓN indica que el populismo ha llegado a España para quedarse. Nos normalizamos con respecto a otros países de la Unión Europea. Aquí existen importantes organizaciones que expresan el descontento general contra el sistema en forma de obsesiones racistas, antisemitas, antipolíticas y antieuropeas. No son sustancialmente distintas de las de nuestros propios populistas.

Cierto que nuestro populismo ha resultado sorprendente por su virulencia. No había habido nunca nada parecido (excepto en las comunidades autónomas con tradición nacionalista). Ha sido clave la crisis económica, y el que ésta haya afectado a los gobiernos de los dos grandes partidos. También está la sensación difusa de un cambio de ciclo, más o menos justificada por hechos muy diferentes, desde el relevo en la Corona al reto independentista.

Sin embargo, lo que distingue al populismo español es su izquierdismo, su rabiosa ideologización. Hay una parte del voto populista que procede del PP, pero eso no es de extrañar en un partido de espectro tan amplio como éste. Además, en los últimos meses el PP vuelve a crecer y sigue manteniendo más apoyo que el PSOE en todas las franjas de edad. El centro derecha parece salir relativamente bien parado del tsunami.

Ocurre lo contrario con el PSOE y con IU, que siguen perdiendo apoyos –a chorros– a favor de los populistas. De celebrarse hoy las elecciones, no habría ninguna posibilidad de gobierno desde la izquierda sin la colaboración de Podemos. No sólo ha surgido un populismo, y no es sólo que ese populismo sea exclusivamente de izquierdas. Es que se ha hecho con el alma de la izquierda española.

Conviene saber que cuando hablamos del populismo de Podemos, no sólo estamos hablando de un movimiento demagógico y con derivaciones propagandísticas extremistas. Podemos mantiene una línea anticonstitucional. No le gusta la democracia liberal. La aborrece, más bien. Tampoco respalda la idea de la nación. De aplicarse su programa, se acabarían las pensiones, la Sanidad pública entraría en quiebra, no habría posibilidad de sufragar los subsidios de desempleo, el desafío independentista cobraría fuerza otra vez y cualquier posibilidad de salir de la crisis habría quedado aparcada para mucho tiempo. Eso es lo que se nos viene encima.

Ante esto, la alternativa del centro derecha está clara, y así parece entenderlo el electorado. No lo está en absoluto la de la izquierda. El PSOE, del que proceden los populistas de Podemos y el ambiente general antisistema que parece entusiasmar a sus electores, tendrá que decidir. Si de verdad hay cambio de ciclo, no debería consistir en continuar la «juvenilización» de la izquierda. Al revés: la izquierda española tiene que decidirse a pasar de una vez a la edad adulta. El PP puede ayudar, pero eso, como cualquier adolescente, sólo lo pueden hacer los socialistas por su cuenta. Y no se trata sólo de ideologías. Se trata de una cuestión de carácter, de madurez moral y sentimental.