Bartolomé Beltrán

La píldora

Han pasado más de cincuenta años desde que se introdujo la píldora anticonceptiva en el mercado europeo. Se ofrecía una gran oportunidad para que las mujeres y las parejas pudieran planificar su familia. Constituyó una revolución que permitió avances sociales en el ámbito femenino y un mejor desarrollo profesional. En el aspecto clínico, nos permitieron a los ginecólogos grandes beneficios más allá de los puramente anticonceptivos. El alivio de los síntomas premenstruales, la regulación del ciclo, la eliminación del dolor menstrual o la mejora en las pieles de tipo acnéico, incluso problemas en el cabello fueron importantes y positivos efectos del anticonceptivo hormonal, por cierto, el método más utilizado en toda Europa. La innovación con los nuevos gestágenos, los regímenes de toma y dosificaciones adaptadas al ciclo natural de la mujer han ido siendo claves en el progreso de esta terapéutica que para poder prescribirse hemos trabajado desde las consultas públicas y privadas de la ginecología realizando historias clínicas en las que no hemos pasado por alto ni la función hepática, ni las posibles alteraciones de la coagulación, ni tampoco el perfil lipídico de cada mujer. También hemos tenido en cuenta factores cardiovasculares como la hipertensión y otros muchos valores clínicos que hemos tenido que enjuiciar para utilizar otro método anticonceptivo o poder indicar la píldora. Las alarmas creadas después de que la Agencia Europea del Medicamento haya anunciado que va a revisar, a petición de las autoridades sanitarias francesas, la seguridad de determinado tipo de anticonceptivos para ver si es necesario restringir su uso a aquellas mujeres que no puedan usar otros métodos no debe invitarnos a hacer enmiendas a la totalidad, sino a continuar progresando y seguir evaluando las condiciones de cada paciente antes de prescribir y considerar que existe un mayor riesgo con determinados gestágenos. Seguro.