Relevo en el PP

La renovación del PP (IV)

La Razón
La RazónLa Razón

Durante la campaña electoral para el Congreso del Partido Popular, el candidato Pablo Casado afirmó que su partido debe combatir y oponerse a la ideología de género, por ser una ideología totalitaria. La otra candidata no ha dicho lo mismo, pero supongo que pensará igual, pues no hay nada oculto que no llegue a descubrirse. Algunos han puesto el grito en cielo por atreverse a hacer semejante afirmación en un país en donde la «ideología de género» constituye el «pensamiento único políticamente correcto». Prueba de ello fueron las ridículas carrozas de los partidos Socialista, Podemos y Ciudadanos en la cabalgata del orgullo gay. ¿Qué hace un partido político en semejante acto? La respuesta más acorde solo podría darla Muñoz Seca, a mí no me salen las palabras.

¿Qué es la ideología del género? Hay quien dice que esta ideología no existe, pues contiene cosas demasiado heterogéneas entre sí; tales como el feminismo, la «ideología Trans», o la «Queer». Efectivamente, nada tiene que ver con esto el feminismo, pues éste es un movimiento que ha corregido una injusticia histórica tan aberrante como era la desigualdad jurídica moral o política entre hombres y mujeres, movimiento de cual no puede apropiarse nadie salvo la humanidad, so pena de incurrir en un sectarismo parecido. Cuestión distinta es el «feminismo socialista radical», que pretende erradicar las diferencias de sexo y acabar con las «románticas historias de amor» que tanto odia la vicepresidenta Calvo; en el colmo de su éxito, una conocida presentadora de televisión exclamaba entusiasmada: «Por fin hemos llegado a una época en la que ya no hay hombres y mujeres». La ideología de género es otra cosa, que sí que abarca todos los movimientos políticos identificados con una orientación sexual, al igual que la «ideología socialista» abarcaba a todos los movimientos fundados en la idea marxista de la explotación económica, por muy heterogéneos que fuesen entre sí. Y éste es el problema; pues las ideologías políticas constituyen un reduccionismo, porque reducen todo el ser a una parte, en este caso el ser personal al sexo-genero. Básicamente, la ideología de género establece que la diferencia entre hombre y mujer es una construcción cultural producto de una práctica social: el género; con independencia del sexo genital o biológico con el que se nace. La identidad sexual de cada uno es la que éste escoge libremente y cada vez que lo desee. La elección de esta identidad es la que nos constituye como personas.

Tales creencias pueden y deben ser respetadas como cualesquiera otra, pero el problema es que se ha convertido en una ideología dogmática que se quiere imponer a toda la sociedad a través de la fuerza de la ley, comenzando por la educación de los niños a los que forzosamente se les debe educar en la indiferencia sexual, para que ellos «maduren haciéndose a sí mismos: hombres, mujeres, gais, lesbianas, bisexuales o transexuales». Las comunidades autónomas primero y luego las Cortes, han aprobado, o están en vía de aprobar, leyes que se presentan con la excusa de la no discriminación de los colectivos LGBTI, cuando en realidad pretenden otra cosa; pretenden imponer una forma de pensar, una ideología concreta, castigando con sanciones a todo aquel que disienta. Por eso son leyes totalitarias. La ley nunca puede entrar en el pensamiento. La ley no puede regular las ideas o las creencias de los ciudadanos, esto sólo ha ocurrido en los regímenes totalitarios. Pablo Casado tiene razón, no se trata de no proteger y evitar la discriminación de quienes han sido injustamente tratados a lo largo de la historia como es el caso de los homosexuales y antaño fueron las mujeres. Se trata de evitar que las leyes impongan una ideología a la fuerza como pensamiento único y oficial. Una especie de confesionalismo ideológico que obligue a pensar y a creer a todos de la misma manera, acomodando el orden social a las consecuencias de esa ideología. Imponiendo unas ideas a las que califican voluntaristamente de científicas, cuando sólo son eso: ideas; al margen de la naturaleza, la realidad, la biología y la ciencia. Se trata de evitar que se imponga una ideología que acabe con la diferencia entre hombre y mujer, el matrimonio entre hombre y mujer o la familia fundada sobre la pareja. Cada cual puede pensar como quiera, pero un liberalismo bien entendido debe evitar la imposición a la fuerza en nuestra sociedad de ésta y de cualquier otra ideología.