Ángela Vallvey

Listos

La Razón
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El término «fachidiot» designa, en alemán, al idiota especializado, que sabe de una cosa, que es experto en algo, pero nulo en todo lo demás. Los franceses llaman «idiot savant» a la persona capaz de realizar proezas mentales, a veces incluso complicados cálculos, pero inepta para cualquier otra cosa. En español no tenemos ningún calificativo para nombrar a este tipo de individuos. Quizás porque nadie ha podido nunca imaginar siquiera al «tontilisto». En un país lleno, pletórico de listos, el concepto no tiene cabida. Sería como tratar de obligar a un guapo a aceptar que los guapos pueden ser feos. ¿Quién repudiaría así a un congénere, a un hermano, a un análogo, a sí mismo...? El poeta francés Casimiro Delavigne, en su nunca bien ponderada obra «Épître sur la question: l’etude fait-elle le bonheur dans toutes les situations de la vie?», llegó a la inquietante conclusión de que, desde los tiempos de Adán, los tontos están en mayoría. Claro que eso lo decía porque nunca había visitado España, donde no hubiese encontrado ni uno. Aquí, ni siquiera los forasteros que vienen de turismo son tontos.

Una vez, en un programa de la tele, le preguntaron a una Miss, aspirante a requetemiss, qué pareja —hombre y mujer— elegiría ella para, después de un holocausto nuclear, volver a repoblar el mundo, y la bella oficial respondió sin dudarlo, dando palmaditas y entusiasmada con el proyecto: «¡Al Papa y a la Madre Teresa de Calcuta!». (Sí, guapa, nos podemos hacer una idea. Siempre que los dos santos se hubiesen avenido a reproducirse por esporas...).

La concentración de listos por metro cuadrado que tenemos en España es admirable. Y no solo personas inteligentes, sino que también contamos con un auténtico excedente de superdotados.

Por ejemplo, podemos ver que la tele, según se comenta, está llena de superdotados. Como si la inteligencia española estuviera dispuesta a manifestarse incluso en la caja tonta (qué ironía). Pero, bueno, ya sabemos lo rarito que está el mercado laboral: las chonis que no terminaron la ESO se forran en la tele, los youtubers que se golpean la cabeza contra la pared son ídolos de la juventud, además de fenómenos de masas, y los licenciados universitarios sirven hamburguesas en McDonald’s.

O sea, que no hay que preocuparse tanto por el mañana. En realidad, un futuro esplendoroso nos aguarda. A partir de ahora. Y habiendo comprobado que las tonterías también son rentables...