Ángela Vallvey

Mandela

Vivir no es cosa fácil. No debe serlo, a la vista de tanta gente que no consigue aprender a hacerlo bien. Nelson Mandela, el viejo «Madiba», que acaba de morir, y cuya figura ha sido utilizada y explotada por terceros tanto para lo bueno como para lo malo, tuvo una vida larga, llena de pérdidas y miserias, en la que no faltaron casi tres décadas de cárcel. Pese a todo, da la sensación de que supo vivir. El tiempo ha sido generoso con él: 95 años son muchos, aunque buena parte de ellos estuviesen marcados por la desgracia. Yo quiero pensar que pudo llevar a la práctica los consejos de aquel legendario poema de Rudyard Kipling que –parafraseándolo– aconsejaba:

Conserva el juicio cuando todos a tu alrededor lo hayan perdido y, además, te increpen. Ten fe en ti mismo cuando los demás duden de lo que vales y tú consientas sus dudas. Aguarda sufriendo si es preciso, y responde al embuste y al odio sin odios ni embustes. Sueña sin que el sueño te esclavice. Y piensa sin esclavizarte a las ideas. Mide por el mismo rasero las dos ficciones humanas: el triunfo y el fracaso. No te alteres cuando los demás desfiguren en provecho propio tus palabras. Puedes juntar próvidas ganancias y jugarlas o perderlas a cara o cruz para empezar la jornada de nuevo con el ánimo ligero y sin reservas. Que tu corazón, tus nervios y tus músculos te sirvan sin desfallecimiento. Conserva gracias a tu voluntad la fuerza de mantenerte firme pese a todo. Encuentra gusto en convivir con el pueblo. Que no te ufane el trato con los reyes. Llena el fugaz minuto con sesenta segundos de tarea. Así, tuya será la tierra y sus tesoros. Así, hijo mío, serás de veras todo un hombre.