María José Navarro
«Moderno, pero español»
Se nos ha ido Manolo Escobar, que es algo que, además de una pena grandísima, es una mala noticia en tiempos de nacionalismos a flor de piel e identidades cuestionadas. No soy yo de las que piense que el español medio sea como Manolo Escobar, que ese tupé engominado siempre me pareció mucho más de la parte de Wisconsin que de la Sierra del Segura, donde somos de cabello ingobernable y complicado. Pero al fin y al cabo Manolo Escobar era andaluz de Almería, cantaba lo que se viene llamando canción española y representaba muchos de esos tópicos que tanta grima dan (y a menudo con razón) a los furibundos detractores de esas gitanas de plástico que ahora, por culpa del inventor de la televisión de plasma, no tenemos donde poner. Con todo esto, Manolo Escobar era del Barça y tenía la insignia de oro y brillantes del club y además por partida doble, porque tras un robo en su casa, el mismísimo Sandro Rosell le impuso otra. De aquí alguien sacaría una bella imagen sobre la identidad de España, de Cataluña y de su histórico cruce de caminos: ¡Atiende, Artur, el símbolo de lo español arcaico, condecorado por el club que es más que un club! Como yo, más que de imágenes soy de croquetas, rehúyo este terreno resbaladizo y me meto en otro aún más profundo. Manolo Escobar demostró conocer bien el sentir patrio e incluso adivinó el futuro en un tema memorable, «Moderno, pero español»: «Que vengan los modernismos / si sólo son para mejorar /porque sé también / que la vida está un poco achuchá / y hay que torear y echarle valor». Apunte eso, Montoro.
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