Alfonso Ussía

Molt honorable Calafell

La Razón
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Los años cumplidos, quizá exageradamente generosos, tienen también sus inconvenientes. Se hacen amigos en cualquier parte. Y uno de ellos, holandés, floricultor de tulipanes, creador mediante esquejes del tulipán gris, Franz de Zoomer, más curioso que una ardilla, y proveedor de tulipas al Parlamento Europeo, me ha llamado para saciar su indomable curiosidad. ¿Quién es Calafell? Me ha dejado como a un conejo al que le preguntan quién fue el descubridor de la isla Tristán Da Cunha, una isla perteneciente al imperio británico, descubierta por un portugués apodado Tristán Da Cunha que navegó en pos de la ruta o singladura de la seda. El conejo mordisquea la zanahoria, y al final admite no tener respuesta a la pregunta. Me ha sucedido lo que al conejo. Sin morder zanahoria alguna le he confesado a mi amigo Franz de Zoomer que ignoro la existencia, personalidad y actividad pública o privada del señor Calafell.

-Tiene que ser un tipo muy importante en Cataluña-, me ha dicho Zoomer. –El pasado lunes, o martes, se presentó en el Parlamento de Bruselas un tipo, llamado algo así como Puchdamón, que nos quería hablar a los parlamentarios europeos y camareros de nuestro bar, de la independencia de Cataluña. No me atreví a sentarme en mi escaño, porque lo ocuparon algunos musulmanes de Al Qaeda y gente muy rara que en lugar de apoyar a Puchdamón, lo hacían en beneficio de un tal Calafell con unas pancartitas que decían «Calafell per la independençia de Catalunya». Y yo le pregunté al responsable de la limpieza de la moqueta del gran salón de plenos, rumano de nacimiento. –«Georgiou, ¿quién está hablando a este gente tan rara que ha ocupado nuestros escaños?– Y Georgiou me abrillantó el entendimiento. –Está hablando un español que no sabe español, y que representa a un señor muy importante que se llama Calafell. Porque si el importante fuera él, en las cartulinejas se leería «Puchdamón per la independençia», pero no «Calafell per la independençia»–. –¿Y ese musulmán es de Puchdamón o de Calafell?–. –Es de Al Qaeda, pero muy independentista catalán de corazón. Habla en catalán a sus hijos–.

A pesar de todo, mi amigo, que es un pelmazo, me abruma todas las mañanas. ¿Quién era el que hablaba en nombre de Calafell? ¿Por qué no ha venido Calafell? ¿Qué tiene Calafell contra el Parlamento Europeo para mandar en su representación a un tipo tan soso? Muy pocos parlamentarios han acudido a esa cita. Y todos me preguntan lo mismo. ¿Por qué no ha venido Calafell y han mandado en su lugar a ese hombre tan raro?-.Mis respuestas, la del conejo. Ni mú, que es de bovino, ni «be» que es de ovino, ni «biaa» que es de caprino, ni «roñam roñam» que es de lagomorfo, es decir, de conejo.

Los grandes estrategas del independentismo catalán son así. Si les falta dinero se lo piden a Montoro. Montoro se lo ingresa. Con ese dinero organizan actos independentistas en Europa y mantienen embajadas ficticias. La sanidad y los pagos a las farmacias a tomar por saco, que el dinero no se recibe para esas tonterías. Y cuando al fin, Romeva, que es un tipo alto y con buena pinta, consigue alquilar el gran salón del Parlamento Europeo, con islamistas incluidos, llega Puchdamón, no lo recibe nadie, y las pancartas se olvidan de Puchdamón y requieren la presencia de un tal Calafell. ¿Quién manda ahí, Puchdamón o Calafell? ¿Cuánto nos ha costado a los españoles esta birria de intervención? Si hubiera asistido el Muy Honorable Calafell, tendría sentido y lógica la inversión. Pero como me dice mi amigo Zoomer, «ese que habéis mandado en nombre de Calafell no da la talla. El único con buena pinta, el de Al Qaeda».

Y puesto a pensar, el de los tulipanes tiene razón.